lunes, 13 de enero de 2014

Capítulo 60 Final

Esa noche fue una de esas noches en la que duermes bien pero a la vez mal. Había soñado con mi padre, había soñado en que me acercaba a él y lo abrazaba, con todas mis fuerzas. Cómo si tuviera miedo a que se escapara de mis brazos, a que me dejara. Y es que se había ido, ya no iba a volver. No era la primera vez que tenía ese sueño, lo jodido de todo esto es que te gustaría no despertar, seguir en el sueño para toda la vida.

Desperté por el sonido de mi móvil vibrando, me estaba llamando. No le cogí, ni me molesté en mirar si era él o no. De todas las veces que llamó lo ignoré, tenía como pánico a verlo. No sé el por qué, pero no me sentía preparada.
Volví a sentar la cabeza en la almohada e intenté dormir de nuevo. Mi corazón me decía a mi misma que no pasaba nada, que tenía que olvidar y perdonar, pero mi cabeza estaba confusa y no sabía qué hacer.
Escuché el sonido de mi puerta abrirse.
- ¿Por qué no contestas a Rubén? –era Laura. - ¿Estás bien? –se acercó a mi cama.
- Solo estoy cansada, nada más.
- Ya. –dijo sabiendo que era mentira. -¿Qué pasa?
- No estoy segura
- ¿De qué?
- De si podré olvidar.
- ¿El qué?
- Lo que hizo.
- Nena. –se sentó en el borde. –Hazme caso, claro que podrás.
- ¿Cómo estás tan segura?
- Por qué tal vez esas cosas sean difíciles de olvidar, pero al fin y al cabo ¿Qué es difícil de superar en esta vida?
Me quedé callada.
- Vale, si suspendes un examen de Mates es fácil de superar, demasiado. –soltamos una risa a la vez. – Me refiero a que debes plantar cara, y si ves que eres incapaz pues… déjalo.
Después de pensarlo un rato soplé. – Vale…
- Venga pues levanta el culo y llama a Rubius que se ha puesto muy pesao.
Me levanté y después de lavarme la cara de zombie lo llamé.
- Demasiado dormilona eres tu eh muyaya.
- ¿Qué pasa? ¿Ha muerto alguien o qué?

- No no, solo para decirte que no desayunes.
-¿Por qué? – reí.
- Sal fuera.
- A ver señor, aclárate.
- Hazme caso.
- Está bien sargento. –me dirigí a la puerta y la abrí, sorpresa.
- Muy buenas. –dijo haciendo una mueca.
- ¿No sabes llamar a la puerta para que te abra?
- Sí que sé. –sacó la lengua.
- Buenas mañanas. –dijo Laura acercándose a Rubén.-
- Buenas buenas. –dijo Rubén abrazándola. Les hice una miradita.
- ¿Os dejo a solas y tal? ´
- En otro momento, ahora vístete que nos vamos –dijo él.
- ¿Dónde?
- A Narnia. Ehé.
- Que gracioso. –alcé una ceja y me dirigí a mi habitación y me vestí rápidamente, al salir Rubius se levantó del sofá donde se encontraba sentado junto a Laura y vino hacía mi.
- Venga.
- A pasarlo bien. –dijo Laura acomodada en el sofá.
Abrir en una nueva ventana: In case you didn't know 

Salimos a la calle y empezamos a andar, la nieve seguía todavía bañando la ciudad, Rubén se tiró encima.



 Empecé a reír.
- ¿Vamos a desayunar algo?  -dijo levantándose.
- Si por favor. –me quejé.
- Venga, yo invito.
- Ou ou, un momento. –me paré en seco.
- Un momeeeeeeeeento. –repitió.
- ¿Tu quién eres? –dije, empezó a reír. – Va enserio, Laura te ha cambiado eh.
- Ya claro, a mi no me cambia ni dios –chasqueó los dedos. - ¿Y qué hay de Tamara y Cheeto? Ahí hay tema nena. –solté una risa.
Lo seguí hasta una cafetería, me invitó a un té y unas tostadas. Luego fuimos a dar una vuelta por la plaza y estuvimos viendo la decoración.
- ¡Mira el árbol! –dijo como un niño pequeño acercándose a mí.



- Precioso. –reí.
Pasé casi la mayoría del día con él, haciendo el subnormal, al menos me hizo reír y no pensar todo el rato en lo que estaría haciendo Mangel.






Nos dirigimos al parque donde había ido algunas veces con Mangel. Nos sentamos en los columpios.
- ¿Has quedado con él?
- Sí… - suspiré
- Ese sí es más falso que mis tetas. –se columpió un poco.
- Es que no estoy segura de si quiero perdonarlo.
- ¿Y eso?
 O sea, quiero perdonarlo. Lo deseo, pero no sé si soy capaz. Me viene la imagen de él con… en fin, que me vengo abajo. 
- Pff.  –rió. –Qué tontería más grande.
- ¿Perdón? –dije
- Puede que sea amiga de Mangel, pero te aprecia mil tropecientas veces más a ti. Hazme caso. -dijo como si fuese lo más evidente del mundo.



- ¿Y entonces por qué la besó de aquella manera?
- Lo besó ella, estoy tan seguro cómo que estás respirando ahora. –insistió. – Mangel estaba más mal que tu y yo juntos.
- Cierto. –solté una risa.
- Pues deja ya de pensar en esa mierda, y estate segura de ti misma. Que esta noche lo pasaremos en grande.-sonrió.
- Estoy segura. –le devolví la sonrisa. - ¿Y tú con lo de Jannies… que tal?
- Estupendamente. –dijo como si fuera lo más normal del mundo.
 - Eso espero. –le hice una mirada.
Cogió el móvil un momento y escribió algo. Volvió la vista a mí.
 (Abrir en otra pestaña obligatoriamente :3)  http://www.youtube.com/watch?v=rtOvBOTyX00 
- Bueno. ¿Te vas a calmar? ¿Vas a relajar las tetas y lo vas a perdonar?
- Sí.
- Bueno, pues ahí lo dejo. –me despeinó el pelo y se levantó del columpio.
Lo miré rara, me tendió la mano y me señaló unos bancos que había a pocos metros. Me fijé en la figura que había sentada sobre uno de ellos. Rubén se acercó a él y lo abrazó, luego se despidió con la mano y se fue.



Me acerqué a él con seguridad, levantó la mirada y sonrió. 


Me senté a su lado y nos abrazamos durante un largo rato. No pude evitar soltar lágrimas.
- Perdonameh. –me meció en un abrazo cálido.
- Te perdono Mangel, te perdono.
Nos separamos.
- Te quiero llevah a un sitioh, si tú me dejah. –se levantó del banco y me tendió la mano, se la agarré.
Llevaba una bolsa en la otra mano, ni me molesté en preguntar lo que era.
Empezamos a andar y andar, el camino ya me sonaba demasiado, ya sabía dónde me iba a llevar. Solo empezar a entrar el aquel lugar ya me estremecí, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y una lágrima caer por mi mejilla de nuevo.
Mangel colocó su brazo en mi hombro y me llevó hacia él.
- No estah obligah. –susurró. –Si no quiereh…
- Si que quiero. –dije convencida aferrándome a él.
Andamos un poco más y nos paramos frente a la lápida que se encontraba en el suelo.

Me agaché y la acaricié con la palma de la mano, sacando las hojas que habían caído encima. Mangel se unió a mí, nos sentamos encima de la lápida y me cogió las manos, entrelazando los dedos como solía hacer.
- Sé que ehto tenía que haberteloh hechoh al principio, el día que me llamasteh por que estabah mal. Pero lo encontré grosero.
- Gracias. – la lágrima recorrió mi mejilla y llegó hasta el cuello.
- No hay que darlah. –hizo una pausa y miró la lápida dónde salía el nombre de mi padre. – Me gustaría sabeh una cosah.
Asentí segura.
- Si no hubiera pasao todo estoh… - volvió la vista a mí. -¿Me habríah llamao?
- Sí. –dije segura. – No sé, te necesitaba en mi vida, y todavía lo sigo haciendo.
- Yo también. –hizo una sonrisa débil, alzó la mano para limpiarme la  lágrima que seguía cayendo y creo que se me metió por la camiseta. Luego me dio un beso en la frente y cerramos los dos los ojos con fuerza, yo reprimiendo las lágrimas.
- Ahora es hora de sonreíh.
Asentí y le mandé una sonrisa, no me costó demasiado.



Se acercó a mi rostro con dudas, como si yo me fuera a apartar. Hice el mismo gesto hasta quedarnos a unos 2 milímetros, su respiración era nerviosa pero a la vez tranquilizadora. Volví a aspirar su aroma y cerré los ojos con satisfacción. Sin darme cuenta noté el mismo tacto que hacía unas semanas o meses atrás me había gustad tanto. El de unos labios, el de sus labios.
Fue un beso calmado, tranquilo, cómo el que se le hace a un bebé.  Mi hermana tenía toda la razón, un chico cómo Mangel no se encuentra en cualquier lugar.
Después de un rato así nos separamos y nos miramos, Mangel volvió a limpiar las lágrimas de mis mejillas y me dio un beso en la mejilla.
Cogió la bolsa que traía y me la entregó.
- Tu regaloh de navidah. –sonrió.
- Vaya, yo me he dejado el tuyo en casa. –chasqueé la lengua.
Abrí el paquete y muchos recuerdos que había vivido durante todos esos años desde que lo conozco volvieron a vivir.


El chico que me ayudó a superar todos mis problemas y que me apoyaba cuando estaba mal.


El chico que no dejaba de comer.



El chico que trataba a sus fans como si fueran de su propia familia.


El chico cariñoso con todo el mundo.



El chico divertido.



El chico animado.


El chico que me hacía reír durante todas las horas del día (junto su amigo el subnormal)


El chico que me da vida…


Todos los malos recuerdos desvanecieron y quedaron todos los buenos convertidos ahora en…







La sudadera del chico de Boston.











FIN.



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Primero decir que muchas gracias a @mrsSparrowWife @tamaraortega97 @Soledad_1998 @Mariiabenit @anita_lalaa @MarsApprentice_ @AndreittaAp y muchas más personas que me han apoyado desde que empecé a escribir la novela prácticamente. Y a la gente que comenta la novela y le da me gusta y todo ^^. Por parte, también aclarar que muchos de los sentimientos que escribo sobre el padre de ______ son reales, es decir viviendas personales.
Bueh, y nada más que decir. Que… aquí se acabó, me encantaría empezar a escribir otra novela, parece que se ha convertido en mi droga diaria escribir pa ustedes. Así que me podéis decir de quién os gustaría que la escribiera, o sino ya lo pensaré yo y será sorpresa pa vosotrooh >:) AI DON NOU.
Via echar de menos esta novelilla la verdad… me gustaría seguirla pero presiento que la cagaría mucho y bueh… pues eso, un beso muy grande a todos, os quiero <3
MIII TWITTER ES: @pathoranmalik 

viernes, 10 de enero de 2014

Capítulo 59

Abrí la puerta de la habitación de mi madre lentamente.
- Má. –susurré.
- ¿Hmm? –murmuró asintiendo.
- Me voy ya. –volvió a asentir y segundos después se levantó y cogió algo de su bolso. Me entregó dinero.
- ¿Te llevo?
- No, ya cojo el bus. –le dije
- Ten cuidado. –se despidió de mi. –Te quiero. –se volvió a la cama.
- Y yo. – cerré la puerta y me dirigí a la de mi hermana. La abrí y escuché un quejido desde dentro.
- ¿Qué quieres? –dijo
- Me voy zorrona. – reí desde la puerta.
- Adiós. –abrió los brazos desde la cama y fui a abrazarla. –Y ten cuidao con los tíos. –reímos.
Me preparé rápidamente la maleta y me dirigí a la estación. Compré un billete y me dirigí rápidamente al tren. El viaje como siempre, se me hizo algo largo. Me puse la música y fui a mi mundo, al fin y al cabo, la música te comprende más que tú mismo.

Después de unas horas, llegué por fin a la estación, me bajé del tren y salí fuera. También había nevado bastante. Llamé a Cheeto para que me viniera a buscar, pero le dije que no viniera Mangel.
Lo esperé en un banco y finalmente llegó. Salió del coche con Tamara.
- Muy buenas. –los abracé.
- ¿Cómo te ha ido con la familia? –sonrió Tamara.
- Bien, bien. ¿Y por aquí? –sonreí débilmente.
- Bien, te hemos echado de menos.
- Pero mi hueco lo has llenado con otro eh. –le hice una mirada acompañada de una sonrisa y miré a Cheeto que estaba metiendo mi maleta en el maletero del coche.  Tamara soltó una risa.
Cheeto se dirigió al coche y metió el dedo en la ranura rota donde se metía la llave del coche.
- Mi dedo no habreh –empezó a reír. Se metió por la puerta de atrás y abrió.

Me llevaron a casa y se fueron, yo solo quería dejar las cosas y dormir, dormir y dormir.
Subí al piso y Laura me esperaba en el sofá estirada.
- ¡Hombre! –se levantó y vino a abrazarme. - ¿Qué tal Mamá Noel?
- Sí, mi madre me ha hinchado a turrón. –reí. – Pues… bien ¿y tú?
- Uyyy que bien más raro…
- Bueno, es lo que tiene.
- ¿Todavía no lo habéis arreglado?
- Estamos en ello.
- Pues lleva una depresión encima…
- Bueno… -me dirigí a la habitación y me tiré sobre la cama desecha. -¿Es que no sabes lo que es hacer la cama? –dije para cambiar de tema
- Perdona, tú tampoco la haces nunca –dijo asomándose a la puerta. – Además ¿Para qué hacerla si la vas a deshacer más tarde?
- Ley de vida. –reí.
Dormí durante un buen rato, al rato abrí los ojos y por poco no me da un paro cardíaco.


- ¡Pero niño! –grité poniéndome la almohada en la cabeza.
- ¿Qué tal muyaya? –rió. Me saqué la almohada y lo fui a abrazar.
- Peor ahora que estás tú. –bromeé y le sonreí.  Soltó una risa.
- Gracias por hacerme caso. Es que no lo puedo ver así.
- Ya…
- Feliz navidad por cierto. –hizo una cara.


- ¡Oh casi se me olvida! –me dirigí a la maleta y saqué las bolsas de regalos. Les entregué a Laura y Rubén sus regalos y guardé los otros de nuevo.
- Que ¿Cómo me quedan? –dijo Rubén.
- Preciosos vamos.
- Tengo swag en los dedos. -rió


- Oye por cierto ¿En fin de año hacemos algo o qué? –dijo Laura colocándose la bufanda también.
- Sí, pero nada de fiestas por ahí, si la montamos que sea en casa o algo. –contestó Rubén y me envió una mirada.
Después de pasar la tarde con ellos cené algo y Rubén se fue a su casa. Nosotras nos fuimos a dormir.
Pasaron los siguientes dos días y todavía no había visto a Mangel, por que no me había encontrado muy bien. Era 30, y al día siguiente por la noche teníamos fiesta en casa de Cheeto y yo todavía no había hablado nada con Mangel. Me acosté en la cama con el ordenador entre las piernas y lo abrí.
Estuve un rato mirando vídeos y escuchando música, de pronto me salió una pequeña pestaña que me avisaba de que tenía una llamada en Skype.

Después de unos segundos de pensármelo, la respondí.
  - Holah. –me salió una pantalla con su cámara, hizo una sonrisa que parecía de verdad.



- Hola. –hice otra sonrisa falsa.
- Perdonah que te molesteh.
- No me molestas. –dije convencida.
- Solo pa sabeh si vendríah a la fiesta en casa de Cheetoh.
- Por supuesto. –miré con vergüenza a la cámara cómo si fuera una niña pequeña.
- Valeh. –hizo lo mismo. Parecía como si no nos conociéramos y fuera la primera vez que hablábamos. Alguien entró por la puerta de Mangel. – Fuerah de aquíh. –dijo. Pero fue demasiado tarde, Rubén apareció por su lado.
- Veo que va bien la cosa. –dijo. Mangel rió.
- Pireh por favoh.
- Vale vale, ya me voy. –se despidió en la cámara.- Por cierto, dice Cheeto que pagues la farla. -bromeó. Soltaron una risa los dos y Rubén se fué. 
 

Nos volvimos a quedar solos sin saber que decir.
- Buenoh, solo quería darte un buen añoh. –dijo.
- Igualmente.
- ¿Noh vemoh mañana?
- Sí… -suspiré.
- Buenah nocheh. –sonrió por última vez y colgó.

miércoles, 8 de enero de 2014

Capítulo 58

Me quedé un momento mirando a mí alrededor.
- ¿Mangel? –dije en voz alta. Nada. Que me estaba volviendo loca.
Froté las manos y tiré aliento dentro de ellas. 


Volví andando a casa, no tenía mucha hambre, así que cogí un par de tostadas pequeñas y me las comí. Mi madre había salido a ver a unas amigas, y mi hermana había salido con unos amigos también. Suerte que tenía en Barcelona. Me colé en su habitación y le cogí el CD de Green Day, me puse esta canción: http://www.youtube.com/watch?v=aGzgoSg5OZg  mientras reposaba la cabeza sobre el respaldo de la silla.

Miré mi móvil y seguía sin mensajes, él no tenía nada que decirme, yo a él tampoco. En paz estábamos. Cogí mi cámara y le puse el nuevo objetivo, decidí salir a ver cómo funcionaba.  Miré por el objetivo esperando volver a verlo a él, pero nada. Se veía muy bien, empecé a hacer fotos desde la ventana mientras la canción sonaba de fondo.
Hice una foto en la calle donde había pasado lo de Yamir. –la calle dónde me agredieron y por poco no muero, si no fuera porque él me salvó. –pensé.
Después de hacer unas cuantas fotos, me preparé una leche con ColaCao, sostuve la taza entre mis manos mientras veía la televisión.

Me tomé la leche y mi madre entró por la puerta.
- Hola. –saludó. - ¿Llevas el día sola?
- Sí. –asentí.
- Mañana vamos a ver a tu prima, que acaba de tener un bebé.
- ¿Desde cuándo estaba embarazada?
- Hace 9 meses. –bromeó mi madre.
- Que gracioso. –hice voz de burla. – Yo no sabía que estaba embarazada.
- Pues sí. Una niña preciosa.
- Habrá que verlo mañana. –reí.
Mi hermana se quedó a dormir con una amiga, así que yo ocupé su cama. Me fui a dormir bastante pronto, no tenía nada que hacer.


Desperté y me fui directa a la ducha, después de comer fuimos a buscar a mi hermana y nos dirigimos a casa de mi prima. Estaba algo lejos de camino, y más por qué mi madre se tomaba lo de no correr al pie de la letra.


Llegamos a casa de mi prima, la saludé a ella y a su marido y me dejaron ver al bebé (más fea que un truño por cierto), miré a mi hermana y reímos.
- Nunca pienso tener bebés. –se acercó a mí. Mientras mi madre tomaba un café ella y yo fuimos fuera.
- ¿Has hablado con él? –preguntó.
- Sí.
- ¿Y?
- No se acordaba de lo que me dijo sobre lo nuestro, pero sí sobre lo que me dijo antes.
- ¿Sobre qué?
- Que nunca me cambiaría por ninguna chica.
- Pues será que lo sentía.
- Eso me dijo, que lo otro fue mentira, y que eso había sido de verdad y por eso se acordaba.
- Tal vez no quería acordarse de lo que te había dicho después.
- No quería, y yo tampoco.
- ¿Pues? Ya está, haz cómo que no lo recuerdas y fin.
- Puf. –soplé.
- Oye. Mangel es un tío que no se encuentra en cualquier lado ¿sabes?
- Ya…
- ¿Pues? –agachó la cabeza para mirarme.
- ¿Pues? –repetí.
- ¡Ya está mujer! Deja de torturarte de una vez y perdónalo.
La miré y bajó la mirada hasta mis ojos. Se esperó obligándome con la mirada a que sacara una sonrisa, eso hice.
- Bien, vamos a ver al zurullo del bebé. –dijo. Empecé a reír.
Pasamos la tarde con mi prima y luego fuimos a casa, todavía era pronto. 
- Yo me voy a salir un rato. –dijo mi hermana. Mi madre asintió. Yo me tiré en el sofá. - ¿Te quieres venir? –me dijo.
- ¿Eh?
- Hombre, antes de pudrirte en el sofá. Ven un rato. – ¿Enserio me estaba diciendo eso mi hermana?
- Vale. –me volví a levantar y salí con ella. Caminamos hasta llegar a un pequeño parque, al lado había bancos. Perfecto, LOS MISMOS dónde me había hablado con Mangel. Había tres chicas y dos chicos, amigos de mi hermana. Nos acercamos a ellos.
- Chicos, he traído a mi hermana que ha venido unos días aquí y antes de que se pudra en el sofá. –sonreí y los saludé a todos.
Me dejaron sitio en el banco y me senté entre uno de los chicos y otra chica. Ni me acordaba de los nombres que me habían dicho. Uno de los chicos sacó un cigarro y lo encendió.
- ¿Quieres? –me dijo el chico, me fijé en su gorro. Lo único que me gustaba de él.
- No gracias. No fumo.
- Venga, pruébalo, no es tabaco. –sonrió.
- Déjala, no quiere. –dijo mi hermana. El chico dio una calada al porro y lo pasó a los demás.
-vaya, que divertido. –pensé. Ese tipo de amigos no eran para mí, quería a mi hermana pero prefería que no me hubiera llevado ahí.
- ¿Y de dónde eres tú? –dijo el mismo chico. Vaya, que hablador.
- Madrid.
- Ahí hay mucha chiquilla suelta ¿no? –empezó a reír, miré a mi hermana.
- Déjalo, le ha afectado el porro.  Oye, deja a mi hermana en paz ya. –rió ella.
- Solo pregunto mujer, que está callada todo el rato. –rió él.
- Si es que no soy muy habladora.
Pusieron algo de música y estuvieron charlando. Mi hermana me intentaba dar conversación, pero no había manera. Cogió el móvil y se lo puso en la oreja.
- ¿Sí? –dijo. – Vale Mamá, hasta ahora. –me miró y me guiñó un ojo. - Nosotras nos vamos ya.
No la habían llamado, lo había hecho ver todo. Nos despedimos de todos y volvimos a casa andando.
- Gracias. –reí.
- No es nada, te vi esa cara de zombie aburrido y pensé que preferías eso.
Me metí en mi habitación, se había hecho algo tarde ya.  Así que me fui a dormir.
Pasé los tres siguientes días sin hablar con Mangel, sin saber de él. Ni me molestaba en entrar a Twitter, solo me dediqué a salir con mi madre y mi hermana por ahí. O si no, quedarme en casa todo el día. Hablé alguna vez con Laura y Tamara, y la mayoría de veces Tamara estaba con Cheeto y Laura con Rubén.
Salí de mi habitación por la mañana temprano, me había desvelado y no podía dormir. Mi madre y mi hermana seguían durmiendo. Me preparé un ColaCao y fui al sofá. Recibí una llamada, Rubén.
- Hola. –sonreí al móvil.
- ¿Estabas durmiendo? ¿Molesto? –dijo algo serio.
- No tranquilo, me he desvelado. –reí débilmente.
– Tienes que venir ya.
- Tranquilidad, en dos días estoy ahí. El 30 ya habré llegado. –di un sorbo al ColaCao.
- No es por eso, que también. Tenéis que arreglarlo, no puede ni dormir.
- Oh… ¿A qué te refieres con eso? – dejé de beber.
- Está mal. No sale de su habitación, solo para comer alguna vez. Se pasa el día en la cama. Ven ya por favor.  
Me lo pensé durante un momento, pensé en Mangel estirado en la cama sin poder pegar ojo, lo que había pasado a mí igual.


- ¿Pero si tan mal está por qué no me ha dicho nada?
- No te quiere presionar ni molestar.
- Entiendo. –casi le grité que quería tiempo.
- ¿Entonces te vienes?
- Está bien… ahora me pongo en marcha. –dije. –Llegaré tarde.

- Me da igual. –dijo. – Venga muyaya, nos vemos. –noté como sonreía al móvil. Colgó.


martes, 7 de enero de 2014

Capítulo 57

-¿Te va bien ahora? –dije.
- Por supuehto. Ehtoy en unoh bancoh debajo de la polla giganteh. –me hizo soltar una pequeña risa.
- Vale voy para allá. –colgué.
Me puse uno de mis gorros, los guantes y las botas y esta vez no cogí paraguas. No sabía si llevarle el regalo a Mangel o no todavía, mejor me esperaré a dárselo en fin de año.


Salí hacia la torre, tuve que coger el bus para llegar. Fui hacia allí y a medida que me acercaba vi la silueta de Mangel. Estaba de pie al lado de uno de los bancos, estaba inquieto. No dejaba de mover los pies de un lado a otro.

Al verme esbozó una pequeña sonrisa con dolor, me acerqué a él y esta vez no pudimos resistir. Nos abrazamos. Un abrazo cálido, lleno de sentimientos que nos carcomían por dentro, ira, tristeza, dolor… amor. Escuché como intentaba no arrancar a llorar, y yo igual.
Nos sentamos en el banco.
- Mucha graciah por venih. –me miró.


- No hay que darlas, no me cuesta venir, lo que me cuesta es irme.
- Pueh no te vayah.
- Dame motivos para no hacerlo. –aparté la mirada de sus ojos llenos de dolor.
Bufó. – Sé, no mu bien porque no macuerdoh, pero me han contao lo que pasóh y… -dejó de hablar  un momento. – Sé que fui un completoh idiotah peroh…
- ¿Pero? –lo miré a los ojos, subió la mirada también. Bufó sin saber que decir. –No me gusta ser así contigo, pero me dolió, muchísimo.
- Sé que te dolioh, a mí también me duele haberte dicho esoh.
- ¿Pues por qué lo hiciste?
- Ehtaba borrachoh, creo que nunca me había emborrachao tantoh.
- Pues no sé qué decirte Mangel. –aparté la vista de nuevo. - ¿No recuerdas lo que me dijiste antes de eso? –lo volví a mirar. Estábamos bastante separados. Pensó durante un momento.
- Anteh de que me quede tontoh por el alcohol, quiero que sepah que te quieroh y no te cambiaríah por ninguna chicah.-repitió sus mismas palabras.
- Pues no entiendo cómo te acuerdas de eso y no de lo otro.
- Por queh eso es de verdah, es lo que sientoh. Lo otro fue la mayoh mentira que he dicho en mi vidah. Y prefiero olvidarlah.
- Yo también. Pero no sé cómo.
Suspiró. –Sabeh que el alcohol hace perdeh  a uno el autocontroh. –no dije nada. – Que la personah confunde la realidah con suh invencioneh. –siguió.
- Vale Mangel.
- No sé cuantah veceh tengo que decirte que lo sientoh.
- Nunca es suficiente.
- ¿Entonceh que tengo que haceh pa que me perdoneh?
- Solo déjame pensarme las cosas un tiempo ¿vale?
Suspiramos a la vez.
- Oye yo no quieroh que noh dejemoh de hablah, quiero que to vuelva a seh como anteh.
- Yo también. Pero solo te estoy pidiendo tiempo para pensar las cosas. El mundo no se va acabar.
- Oh y ya, ya hablé con Sandrah.  Que ella también estabah borrachah y dijo que lo sentíah si te sintió mal.
- ¿Te crees que me importa lo que me diga esa? -lo miré con una ceja levantada. - Pues qué bien de su parte. –dije en tono borde, me daba igual esa Sandra. Me quedé sentada con una pierna encima del banco mirando hacia un lado.
- Mañana me voy pa Madrih. ¿Vendrah pa año nuevoh? –dijo mirándome.
- Sí. –dije seca todavía mirando hacia un lado. Notaba como Mangel me miraba. Se levantó y se acercó a mí.
- Lo sientoh, y que sepah que te quieroh. –colocó una mano detrás de mi cabeza y besó mi frente. Luego se dio la vuelta y empezó a andar. Tenía ganas de levantarme y abrazarlo de nuevo, pero algo me decía que no.  Vi como se alejaba mientras daba patadas a piedras, antes de cruzar la calle y quedarme sin ver su silueta se dio la vuelta y me miró.

Me quedé como un cuarto de hora sentada en el banco con la mente en blanco. Más tarde me dirigí a casa. Estuve hablando con Mario Dickstroy y se disculpó por parte de su amigo, quedamos en que iríamos juntos a tomar algo, pero sin coche.
Llamé a Laura que se encontraba con Rubén.
- Que casualidad. –reí al teléfono.
- ¿Cómo va todo? –dijo Laura.
- Bueno, acabo de verme con él.
- ¿Enserio?
- Hemos hablado las cosas y tal… le he pedido un tiempo para reflexionar.
- Bien. –dijo ella.
- ¿Cuándo te vienes pacá? –dijo Rubén cambiando de tema, siempre tan alegre.
- Pues supongo que en unos días estoy ahí.
- Vente ya, te va a dejar a Lou más gordo que un elefante.
- ¡NOO! –exclamé bromeando.
Hablamos durante un rato más y luego me eché una siesta en el sofá. Pensaba volver en pocos días, pero todavía tenía cosas que hacer con Tania y mi madre. Mangel no volvió a hablarme por WhatsApp. A veces tenía ganas de hablarle yo, pero me resistía.
El día transcurrió rápido y sin ninguna novedad, excepto las noches, me costaba dormirme mucho y las pesadillas eran constantes y no sabía qué hacer, por la mañana cuando desperté, Mangel ya había vuelto a Madrid seguramente, o estaba de viaje todavía. Salí a dar un paseo por la nieve. Llegué a un puente y me apoyé en la barandilla mientras descansé la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, nieve caía sobre mi cara mientras recuerdos inundaban mi mente.

Laura, Tamara y yo riendo como mongolas cuando íbamos al instituto juntas, sin importarnos lo que los demás pensaran de nosotros. Rubén haciando el tonto con Lou.


Mangel y Rubius disfrazados y haciendo el tonto por las calles de Madrid.


Cheeto haciendo el tonto en Navidad.


La sonrisa de Mangel la primera vez que lo vi.



Abrí los ojos de nuevo y un copo de nieve se me metió en el ojo, haciendo que apartara la cabeza bruscamente.
- Maldito copo. –me rasqué el ojo.
- Él no tieneh la curpah. –escuché como reía.

Miré a mí alrededor y no había nadie a mí alrededor, coches pasaban por debajo del puente, pero a mi lado, absolutamente nadie. 

domingo, 5 de enero de 2014

Capítulo 56

Al chocar con él sentí su olor entrar por los orificios de mi nariz. Ese olor que tanto había deseado y siempre había tenido. Cerré los ojos para no mirarlo, me había sujetado por los brazos por si caía al suelo.
- Perdón. –me aparté lentamente hacia atrás.
- No pienseh que te estoy siguiendoh, no tenía ni idea queh…
- Ya. –me aparté los pelos de la cara con la mano en la que llevaba la bolsa. Cómo era más alto que yo alcé un poco más el paraguas por educación, pero aún así no lo miré a la cara.
- ¿Y esoh? –miró la bolsa.
- Nada de importancia. –dije cortante pero sin parecer borde, y es que estaba enfadada pero tenía ganas de abrazarlo, muchas.
- Perdona que sea tan pesao, pero ahora no podríah…
- Lo siento, me esperan en casa para comer… -suspiré.
- Oh… -bufó él también.
- Yo también tengo muchas ganas de hablar y arreglar las cosas, si es que se pueden arreglar. –lo miré a los ojos, transmitían dolor. Joder, no podía aguantar.
- Yah… -bajó la mirada.
Los dos sin pensarlo sentimos el impulso de acercarnos, yo cerré los ojos y bajé la cabeza. Entonces noté como ponía pegaba su frente sobre mi cabeza (mi gorro), me vino a la cabeza la imagen de la discoteca y volví a abrir los ojos. Me fijé en sus manos, sin guantes, heladas por el frío, quería darle las manos para que no estuvieran frías, quería, quería. Pero en vez de eso me aparté, me aparté y le envié la última mirada. Luego me fui sin decir palabra, comiéndome las ganas de abrazarlo. Comiéndome la rabia que me carcomía por dentro.
Volví a casa y metí la bolsa con el regalo de Mangel en mi maleta. Mi madre ya había llegado, y la comida ya estaba sobre la mesa. Comimos algo y luego mi madre se puso a preparar los preparativos de la cena. Antes siempre solíamos reunirnos más familia para comer todos juntos, los tíos, los abuelos, incluso los primos y de vez en cuando algún amigo.
Yo mientras me fui a estirar en el sofá, encendí la tele e hice zapping. No hacían nada interesante así que decidí ir a la habitación de mi hermana a molestar. Entré y me estiré sobre su cama.
- ¿Qué haces enana? –dijo en tono vacilante sin dejar de mirar su pantalla del ordenador.
- Me abuuuuuurro. –suspiré observando su habitación. - ¿Vas a pintar las paredes? El color de ahora es muy feo. –miré el color amarillo apagado y sucio.
- Sí. –dijo ella.
- ¿Y cambiaras las cortinas de ositos? –miré las cortinas.
- Sí. –bufó.
- ¿Y pondrás parquet? Porque el suelo bien que le quedaría. –dije para tocarle las pelotas.
- ¡Ay que sí pesada! –se giró y me miró. – Vale ya con las preguntas. –reí ante la cara de rabia que llevaba encima.
- ¿Quieres que te cuente lo de Mangel o no? –me senté sobre la cama.
- Oh. –cerró su ordenador y se dio la vuelta con la silla giratoria. –Podrías haber empezado por ahí.
Le conté lo ocurrido, intenté no venirme abajo, y la verdad es que aguanté bastante bien.
- Tía. –dijo. – El chico estaba borracho, cuando alguien está borracho no sabe lo que hace ni lo que dice.
- Ya… pero es que…
- No busques el pero cuando no lo hay ______. Así solo te complicarás la vida. –dijo.
Bufé y me volví a tirar de espaldas en la cama.
- Tienes que quedar con él, arreglar las cosas y verlo que te cuenta. Si se inventa una trola pues ya tendrás motivos. –siguió.
- Pero es que ya tengo un motivo.
- ¿Cuál?
- Lo que me dijo, que era todo mentira lo nuestro.
- ¿Pero no entiendes que el alcohol te vuelve majara? Las veces que has llegado borracha y me has dicho de todo, pero yo he sudado porque al fin y al cabo era todo sacado de tu imaginación de loca.
La miré extrañada.
- Hazme caso. –se giró y volvió la vista al ordenador.
Bufé por última vez y salí de su habitación. Fui a ayudar a mi madre a preparar la cena ya que no tenía nada mejor que hacer.
Cuando terminamos por fin pusimos la mesa y comimos mientras mi madre ponía villancicos de fondo. Siempre teníamos la tradición de dar los regalos la víspera de navidad, el 24. Pero mi madre siempre compraba de más para ponerlos también el 25. Tania y yo decidimos darle el regalo por la mañana para que no se lo esperara. Y vimos una película navideña, como hacíamos siempre cuando éramos pequeñas. Se empezaron a quedar dormidas.
- Oye esta es mi cama. –empecé a dar palmas y las dos despertaron de un salto.
 - Vale doña comodona. –dijo mi hermana volviendo a su habitación. – Que no te coma Santa Claus. –rió.
- Si, no vaya a ser que te pille aquí. –dijo mi madre dirigiéndose a su habitación.
- ¡Pero si no tenemos ni chimenea! –le tiré un cojín a mi hermana que cerró la puerta de la habitación.
- Pásame el cojín. –le dije remolona a mi madre que estaba entrando en la habitación.
- Que te lo dé Santa Claus. –guiñó un ojo.

- Ala. –bufé. Me levanté sin fuerzas del sofá y lo cogí. –Que chulita. –hice una mueca a la puerta de la habitación de mi madre y volví al sofá. Cogí el móvil y cotilleé el Twitter de Mangel. En efecto, había twitteado sobre su paseo por Barcelona.


Instantáneamente abrí el WhattsApp y me estaba escribiendo algo.
-  Buenas noches. –puso.
Escribí algo, pero me quedé pensando en si enviarlo o no. Miré las últimas conversaciones antes de la noche de Rockerz y saqué una sonrisa leyendo nuestras despedidas de horas. Quería volver a tenerlas, así que envié el mensaje.
- Buenas noches. –envié. Luego cerré el móvil.




*
Soñé en la noche de Halloween, esa noche en que fuimos todos los amigos por el pueblo a hacer el subnormal por las calles. Mangel se había disfrazado de Joker y yo de novia cadáver. Intentó meterme un susto cuando abrí la puerta.  



- Eso no me sorprende nada. –reí
- Joup. –se quejó.
Rubén salió con la cara maquillada, si por eso entendía maquillar. Daba más miedo que cualquiera de nosotros.


- Joder que miedo. –me aparté hacia atrás.
- ¿Os mola? –dijo Laura asomándose por la puerta, iba vestida de zombie.
- Bueh. –nos miramos Mangel y yo.
- Soy clavadito a Carmen de Mairena. –dijo Rubius.
Cheeto había montado una casa del terror en su propia casa. Nos dirigimos a ella y nos recibió vestido de drácula con unas alas negras.
- Bienvenidoh a la casa del terroh. –hizo una risa marvada.


Lo pasamos en grande, bueno yo siempre he sido muy mala para las casas del terror y todo. Casi dejo a Mangel sin brazo. Al acabar Mangel y Rubius se fueron a sacar el maquillaje y cuando tenían la cara ya limpia se empezaron a manchar con sangre de mentira.


- Sois la tela. –dije yo.
*
De pronto mi sueño cambió, me veía yo, durmiendo sobre el sofá, sola, sin nadie en mi lado. Sin Mangel cerca, entonces vi como alguien se colaba por la ventana y se colocaba delante de mí. Se agachaba a mí y yo ni me inmutaba, me susurraba algo y hacía que yo abriera los ojos. Yamir.

Solté un grito ahogado y miré a mí alrededor, vi a alguien al lado del árbol de navidad. Volví a gritar y me tapé con la manta hasta la cabeza, quedándome a una esquina del sofá.
- ¡Tía, tía! Shtt. –me mandó callar mi hermana. Me destapé. -¿Qué coño haces que soy yo? –empezó a reír.
- Joder no me des estos sustos. –bufé. -¿Qué haces?
- Poner el regalo de Mamá. Que a alguien se le ha olvidado. –me dio un toque en la cabeza.
- Oh.
- Venga, vuélvete a dormir. –dijo despeinándome. Se fue hacia su cuarto, abrí mi móvil y miré mi fondo de pantalla, me dio seguridad.


Esa foto se la había hecho yo en una quedada que hizo. Tenía que verlo ya.
Desperté con el móvil entre las manos, por suerte no había vuelto a tener ninguna pesadilla más. Solo despertar fui a avisar a mi madre y a mi hermana. Vinieron al salón y abrimos todas los regalos. Me había comprado un jersey y un libro, y a mi hermana un CD de rock y otro jersey parecido al mío.
- Ahora estará dando la lata todo el día. –dije mirando el CD de Green Day, también me encantaba ese grupo.
- Aquí hay uno para ti. –dijo Tania entregándoselo. Lo abrió y le encantó, que va a hacer si no.
Después de desayunar me puse el jersey nuevo y me asomé al balcón, seguía nevando, y la nieve había subido. Cómo me gustaba eso. Me armé de valor y decidí llamarlo. Al segundo pitido lo cogió.
- Hola. –dije.

- Buenoh díah. –noté como sonreía al móvil. 



sábado, 4 de enero de 2014

Capítulo 55

Me limpié las lágrimas de la cara y salí de nuevo fuera. Me senté en la mesa  y mi madre había colocado turrón y de todos los dulces posibles en platos.
- ¿Tú por navidad entiendes ponerse como una vaca no? –dijo Tania a mi madre.
- Eso. –reí
- Oye que lo he comprado con toda mi ilusión. –dijo mi madre a la defensiva. – ¿Mañana vamos a comprar algo?
- Venga. –dijo Tania.
- ¿Para qué? –me opuse yo.
- ¿Algo os tendré que regalar no? –dijo mi madre.
- Oh. –le di un mordisco al turrón.

Cuando acabamos mi madre se metió en su habitación a acabar unos partes de trabajo, mi hermana fue a su habitación y yo me quedé en el sofá tapada con una manta mientras veía la tele. Llamé a Tamara que todavía no sabía nada sobre dónde estaba yo.
- ¡Tía! –exclamó. – ¿Por qué cojones te vas sin mi?  Ahora te iba a llamar…
- Hola... –sonreí al móvil.
- Ya me han contado… en fin. ¿Cómo estás?
- Bueno… -suspiré. – Me duele la mano. –soltamos las dos una risa falsa.
- Te has enterado de que Mang…
- Sí. –la interrumpí. – Ya he hablado con él.
- Tía… -hizo una pausa. –Piensa que no sabía lo que hacía.
- Ya… Pero, es duro escuchar eso de la persona que amas ¿sabes?
- Te entiendo. –dijo. –Si te soy sincera, empezaba a sentir cosas por Mario, y bueno, no es agradable recibir amenazas por su parte.
- Ya. –reí. – Aun que admite que Cheeto y tu hacéis muy buena pareja. –hice una risa.
- Oye. –rió ella.
Estuvimos un rato hablando y luego hablé con Laura. Acabé dormida mientras miraba una película.

Me despertó mi madre, con prisas desayunamos y nos pusimos en camino hacia una tienda.
- A ver. ¿Qué os gustaría que os comprara? –dijo ella aparcando.
- Necesito ropa. –dijo Tania.
- ¿Y tú? –se refirió a mí.
- Pues… -me lo pensé.
- Libros. –se burló mi hermana.
- Calla. –le hice una mueca. –Pues el objetivo de mi cámara se ha roto. –era verdad, necesitaba uno nuevecito.
Salimos del coche y mi madre nos dio dinero a las dos para ir a comprar, ella se fue por otro lado. Primero Tania se compró algo de ropa y luego me acompañó a ver el objetivo. Estaba probando cómo funcionaba una Nikon que siempre había querido. Mi hermana hizo una pose para que le “hiciera” una foto.
- Se ve de puta madre. –dije haciendo zoom hacia ella, entonces lo vi. Lo vi a unos metros detrás de mi hermana. No era una imaginación no, no me había vuelto loca ni nada por el estilo. Estaba ahí, y creo que me vio.
Cogí el objetivo que tenía en mente y agarré la mano de mi hermana, corrí por el pasillo de zapatos, por el de comida, y finalmente llegamos a la caja.
-¿Qué pasa? ¿Qué cojones haces? –dijo mi hermana peinándose el pelo.
- Déjalo estar. –puse el objetivo sobre la caja y la señora lo escaneó. Me dijo el dinero que costaba, metí mi mano en el pantalón donde tenía la cartera con el dinero y no estaba.
- ¡Mierda! –exclamé. –Un momento por favor. –corrí por los pasillos, pasando sobre mis pisadas, entonces vi mi cartera en el suelo.  Me dirigí a ella y antes de llegar alguien la cogió, miré hacia arriba y lo vi. Con su chichón al costado de la frente y su morado debajo de la cuenca del ojo.




Me acerqué poco a poco sin mirarlo a los ojos y me la entregó.
- Gracias. –dije cogiéndola rápidamente. Lo miré a los ojos. - ¿Qué haces aquí? Te dije que no me siguieras.
- No lo haciah… venía a ve un objetivoh para tu camarah. –se le cortó la voz.
- Llegas tarde, mi madre me lo ha comprado ya.
- Oyeh… necesit…
- Déjalo Mangel, te he dicho que te llamaré cuando pueda y ya hablamos…
- Valeh… pero llámame prontoh. –en sus ojos vi que esperaba que yo lo abrazara, y yo también quería abrazarlo. Pero ambos nos contuvimos.

Volví con mi hermana que de lejos había visto la escena.
- ¿Oye ese no era Mang…?
- Sí. –la interrumpí seca. Pagué el dinero y cogí la bolsa rápidamente. Mi hermana me siguió.
- ¿Y qué te ha pasado con él?
- Nada.
-  Ya. –subió una ceja y se puso delante de mí haciendo que yo parara.
- Tania, déjalo estar ya.
- Tía a mi me puedes contar las cosas.
 - ¡No quiero hablar del tema! –le grité sin pensar. Me dirigí a la escalera mecánica y me apoyé en la barandilla mientras subía. Tania me siguió de morros y se puso detrás de mí, cogió el móvil y miró unos mensajes. Al subir se me adelantó y fue hacia la cola para entrar al cine, allí estaba mi madre.
- Venga que os invito a ver una película. –sonrió.
- Gracias por los regalos Ma. –le di dos besos. Tania hizo lo mismo.
Nos esperamos en la cola y miré de reojo a Tania que estaba de brazos cruzados mirando al centro. Siempre se picaba mucho cuando yo me pasaba o algo. La abracé.
- Lo siento tía, luego te lo cuento. Es que me pongo de mala leche.
- Vale. –sonrió. – Que si algún tío te jode tú me lo dices y lo pongo fino. –guiñó un ojo. Al fin y al cabo así son los hermanos, unos capullos con buen corazón.
Mi madre pagó las entradas y nos dirigimos a la sala.
- Oye, tenemos que comprarle algo a Mamá. –susurró Tania.
- Estaba pensando lo mismo. –susurré yo.
Entramos en el cine y vimos la película, no estuve muy pendiente la verdad. Estaba demasiado concentrada en lo que estaría haciendo Mangel ahora… No me lo sacaba de la cabeza, y es que estaba y seguía enamorada de él. Pero lo que me dijo me dolió, y mucho.

Al acabar la película cenamos algo y luego Tania y yo fuimos rápidamente a comprar algo para mi madre. Unas cremas y champús para el baño y una taza que ponía “I LOVE MOM”.  Escondimos los regalos ya empaquetados y volvimos a casa en coche, ni rastro de él otra vez. Cuando volvimos ya era tarde, y estábamos todas cansadas. Me recosté sobre el sofá y de pronto mi móvil vibró, un mensaje.  

*Conversación:
Mangel: ¿Mañana te va bien quedar para hablar las cosas?
Yo: Mangel, mañana es la víspera de navidad. Pasaré la tarde en familia…
Mangel: Vale… ¿Entonces mañana pasado?
Yo: Yo te llamo.
Mangel: Necesito saberlo…
Yo: Vale Mangel, sí. Mañana pasado.
Mangel: Vale…
Mangel: *escribiendo…
últ. Vez hoy a las 1:56

Me quedé mirando el móvil un rato y luego lo lancé sobre el sofá. Miré un rato la televisión y sin saber ya que hacer me fui a dormir.

Desperté gracias al ruido que hacía mi hermana con la música a todo volumen. Mi madre había salido a comprar algo para cenar esa noche, asomé mi cabeza por la puerta de su habitación.
- El rock no pega mucho a estas horas de la mañana ¿Sabes? –alcé la voz para que me escuchara.
- El rock pega siempre, además si son las dos del mediodía, y ahora péinate esos pelos zombie. –dijo sin bajar el volumen.
“Zombie”… esa palabra me la decía Mangel siempre… Entré en el baño y me miré al espejo, la verdad es que aparentaba ser un zombie sí. Suspiré apoyada sobre la pica, pensando en lo que me contaría Mangel como escusa. O tal vez era la verdad sí, pero… ¿Cómo reaccionaría yo? No lo tenía ni claro.
Me peiné los pelos y me lavé la cara, ahora ya nunca me miraba al espejo después de lavarme la cara. No si no estaba Mangel cerca, no quería volver a ver a ese Yamir detrás de mí.
Desayuné algo y me duché. Hacía un frío que no era normal, me acerqué a la ventana y me fijé en que estaban cayendo unos pequeños copos de color blanco del cielo.
- ¡Esta nevando! –grité como una niña pequeña. - ¡Está nevando! –abrí la puerta de mi hermana y le dije emocionada.
- Cómo si no hubieras visto nunca nieve mujer. –me ignoró y fue a su rollo. Chasqueé la lengua y volví a cerrar su puerta. Me puse al lado de la ventana y miré a través de ella. Sin pensarlo me puse unas botas de agua de mi hermana, unos guantes y uno de mis cientos de gorros. Cogí un paraguas. – Si viene Mamá, ¡dile que he salido a dar una vuelta! –le grité a mi hermana que asintió de milagro.

Salí dando saltitos sobre la nieve que había cuajado, como una niña pequeña, igual. Siempre me había emocionado la nieve, me encantaba. Me dirigí andando hacía las ramblas, gente las bañaba, aun que menos de la habitual.

No tenía la intención de ir a comprar nada, solo quería pasear, pero vi una bonita sudadera en el escaparate de una tienda. De color roja. Y pensé en él.

Sin pensarlo me metí en esa tienda y la compré, no me preguntéis porque, sentía el impulso de regalárselo… Cómo regalo de navidad vamos. También compré un gorro verde para Tamara, una bufanda a Laura, otra para Cheeto y unos guantes a Rubén. Salí de la tienda con la bolsa en una mano y el paraguas en otra y de pronto choqué con alguien. O no, por qué a mí –pensé cuando lo vi.