Me encontraba en una situación complicada, por la ventana no
podía saltar, y si pasaba por allí me pillaría.
Estaba con la cara entre los brazos, levantó la cabeza y cogió el teléfono, marcó un número y yo miré mi móvil. En efecto, me estaba llamando. Lo ignoré, apoyó la cabeza de nuevo entre sus brazos y cerró los ojos sollozando, ganas inmensas de llorar invadieron mi cuerpo.
Decidí en pasar por su lado e ignorarlo como si fuera una
piedra. Estaba dormido contra la pared, pero al escuchar el sonido de mi maleta
rodar por el suelo se apresuró a levantarse.
- ¡_______! –gritó corriendo detrás de mí. Había cambiado de
opinión, ahora quería ir en bus. Y la suerte estaba de mi parte, pasaba en un
minuto. Fui a paso rápido hacia la parada del bus. Noté una mano cálida colocarse
sobre la mía que sujetaba la maleta, la misma en la cual me había hecho los
cortes (que por suerte no fue la de la muñeca) y paré en seco. El esparadrapo
estaba manchado de sangre, Mangel lo observó. No podía ni mirarle a los ojos. -
_______. –repitió con la voz quebrada. Me di la vuelta para verle la cara,
tenía los ojos hinchados al igual que yo, y un chichón en un costado de la
cabeza. Grande y morado.
- No me sigas. -salieron lágrimas de mis ojos y volví al
paso rápido, dejándolo a él parado en medio de la carretera.
Me subí en el bus que ya llegaba y me metí dentro sin mirar
atrás. Una vez dentro miré, y lo vi arrodillarse y sentarse en el borde de la calle. Puso sus manos sobre
sus ojos y los fregó mientras soltaba un grito de rabia. Se me partió el
corazón en mil pedacitos pero en vez de hacer nada, me puse los auriculares y
le envié una última mirada. Me miró también.
El viaje hasta la estación se hizo largo, eterno. Y en tren,
peor.
Mi imagen de Mangel mirándome a los ojos con los suyos
inyectados en sangre no dejaba de repetirse en mi cabeza. Empecé a escuchar
esto mientras viajaba en tren: http://www.youtube.com/watch?v=QYEC4TZsy-Y
Me quedé dormida recordando más momentos.
*
El día del cumpleaños
de Mangel, un día especial tanto para él como para mí. Recuerdo llamarlo ese
mismo día a las 12 de la mañana, en punto. Cuando se trata de días especiales
soy muy puntual, no se me pasa nunca. Lo llamé al skype y lo pillé comiendo.
- ¿Comiendo a estas
horas de la noche? –reí
- ¿Qué pasah? No he
cenao. –se acabó de comer el spaguetti que tenía en la boca.
- Felicidades por
cierto. ¿Soy la primera? –sonreí a la
pantalla
- ¡No lo eres!-Rubius
se asomó por la pantalla.
- ¡Maldita sea!-subí
un puño.
- ¿Mañanah te vienh a la fiestah?
- Claro. –sonreí.
–Sabéis que yo no puedo faltar ahí.
- Claro, es que es un
campo de nabos. –comentó Rubén metiéndose un trozo de chocolate en la boca.
- Bah. –dijimos Mangel
y yo a la vez.
Por la mañana, después
de estar horas en skype con ese par me dirigí a la fiesta. Recuerdo pasarlo en
grande con sus amigos.
Casi sin darme cuenta, saqué una sonrisa. Abrí los ojos aún
con la sonrisa en la boca y volví la vista a la ventana. El paisaje ya había
cambiado un poco, ahora era más Barcelona. Comí algo antes de llegar. Bajé en
la parada correspondiente y llamé a mi madre para que me viniera a buscar.
Esperé sentada en el mismo banco donde me había sentado con Loulogio y Kion. Y
una sorpresa llamó a la puerta.
- ¡KION! –grité de la emoción dándole un abrazo. – ¡Qué
casualidad!
- ¿Cómo están? Feliz navidad aweoná. –sonrió con su acento
que tanto me gustaba. - ¿Cómo tu por acá?
- He venido a pasar las navidades aquí –sonreí. - ¿Y tú?
- Lo mismo –soltó una risita que me causó gracia.
Le sonreí algo falsa y volví la vista al suelo.
- ¿Metiste la mano en la barba de Lou? –señaló mi mano.
-¿Qué carajos hiciste?
- Oh. –solté una risa mientras levantaba la mano que llevaba
todo tipo de vendas encima. –No es nada.
- ¿Nada es todo? –dijo como si fuera obvio que me había
pasado algo, y lo era.
Soplé.
- Rompí un espejo.
- ¡Wow! Menuda fuerza –rió.
- Puede que sea mala suerte para toda mi vida pero me da
igual ya.
- No existe la mala suerte. –subí la mirada hacia él. – Existen
los buenos y los malos hechos. ¿Pero todo tiene que pasar alguna vez no wey?
- Si… -giré la mirada intentado reprimir lágrimas que
amenazaban por salir.
- ¿Qué te pasó? Por algún motivo habrás hecho eso. ¿O es que
te enfadaste con el espejo? –me hizo soltar una risa con lo último. Lo miré y
una lágrima corrió por mi mejilla. – Oh. –soltó la maleta en el suelo y me
abrazó, yo lo correspondí.
- No es nada… solo me enfadé con alguien por un hecho que
hizo. –le expliqué.
- Oh. ¿Pero ya está arreglado? –agachó la cabeza para que lo
mirara.
- Está en proceso de arreglarse. –no estaba segura de lo que
dije, pero así era. O eso espero.
- Bien, entonces está bien. –sonrió y yo le devolví la
sonrisa.
Mi madre me mandó un mensaje de que ya estaba ahí.
- Me tengo que ir. Gracias por todo Kion, y feliz navidad.
–lo abracé por última vez.
- Hablamos puto. –sonrió.
Recuerdo que Mangel y él se llevaban muy bien.
Salí fuera y mi madre me esperaba con el coche, la abracé. Se
fijo en mi mano.
- ¿Y eso?
- Oh. –reí. – Lou, que se volvió loco por que lo llevé al
veterinario. –la tontería más grande que jamás se me ha inventado, pero bueno.
- Te dije que vigilaras con ese gato. –arqueó una ceja mi
madre. Nos metimos en el coche y durante el camino no dijimos nada, miré mi
móvil y tenía alguna llamada más. Volví a dejar el móvil sobre mis piernas y
miré por la ventana. Llegamos a casa y la calle donde estaba el portal me
producía arcadas, solo de pensar en Yamir y lo que intentó ahí me aterrorizaba.
- ¿Ha vuelto alguno de esos tíos? –le dije a mi madre.
- No, por suerte no. Y si ha venido yo no estaba. Sabes que
paso el día fuera, me voy pronto y llego tarde, así que no creo.
Suspiré aliviada.
Entramos en casa y mi Tania, mi hermana, estaba acomodada en
el sofá.
- Oye, ese es mi sitio. –gruñí abrazándola.
- De eso nada monada. –se acomodó.
- Bien, pues duermo yo en la habitación. –corrí hacia la
habitación pero ella me paró.
- Al sofá. –me mandó. Le di un golpe en el hombro y puse mi
maleta al lado del sofá.
Mi madre preparó algo para desayunar mientras yo me colaba
en su habitación. Abrí el ordenador y sin pensarlo me puse a revisar el Twitter
de Mangel y lo que vi no me agradó mucho.
Decidí a tener cojones y llamarlo, no quería que se gastara
el dinero en venir para luego tener que cerrarle la puerta en los morros. Cogí
el móvil para marcar su número pero me di cuenta de que me estaba llamando.
Respiré hondo y lo cogí.
- Si. –dije cortante.
- ______. Déjameh decirte argoh. –estaba llorando.
- Mangel, no quiero que me sigas. No quiero que vengas a
Barcelona. No, porque he venido a pasar las navidades en familia. –me tembló
muchísimo la voz.
- Yo también tengoh familia en Barcelonah. Mih abueloh viven
ahí, así que nada me impideh ir.-dijo él. Bufé. – Necesitoh. –hizo una pausa. –
N-Necesitoh que me dejeh hablah contigoh.
No contesté.
- ________. Por favoh, necesito verteh y explicarte lo
ocurríoh. –volví a soplar.
- Ya te diré algo.
- Graciah… -suspiró. – Te… -colgué.
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