miércoles, 1 de enero de 2014

Capítulo 53

Mangel se estaba besando con Sandra, la chica que hacía unos momentos estaba en la entrada. Tenía su brazo colocado en la cintura de esa chica y en la otra mano llevaba un vaso con cerveza… lo demás ni me molesté en mirarlo. Me daba asco en ese mismo momento. Sin pensarlo fui hacia ellos y empujé a Mangel hacia atrás, le manché la camiseta.
- ¿Qué cojones te pasa Mangel? –grité sollozando. Sandra se dio la vuelta y se fue sin decir nada.
- ¿¡Queh haceh!? –gritó volviéndose hacia mí mientras se miraba la camiseta.  


- ¡Me acabas de demostrar que lo que has dicho hace un rato te lo has sacado del culo! ¡Mentiroso! –ya no podía chillar más.
- ¿Qué diceh? –me daba igual si estaba borracho o no, estaba muy furiosa en ese momento.
- ¡Pensaba que entre tú y yo había algo! ¡¿Si no que cojones ha sido lo que me has dicho hace un momento?! ¡DIMELO!
- ¿Cuándo te he dicho yoh que hubiera argo entre nosotroh? –empezó a reír. No me podía creer que ese fuera Mangel, el verdadero Mangel. No me hacía a la idea, por eso le tiré el vaso al suelo y me di la vuelta. 

Me dirigí a la puerta para salir cuando escuché que me llamaban. Pero ignoré cualquier cosa que se me cruzara por medio.
Me saqué los tacones que me dolían y fui hacia mi casa con prisa. Al llegar di un portazo que creo que despertó a medio vecindario. Lou se cruzó por mi camino y por poco no le pego una patada, pero no podía, en la vida podría hacerle eso a Lou o cualquier animal. 

Fui directa al baño y empecé a dar golpes contra el cristal. La imagen y las palabras no dejaban  de producirse en mi cabeza.  <<¿Cuándo te he dicho yoh que hubiera argo entre nosotroh?>>
Eso me daba más ganas de romper cosas, seguí dando cada vez más fuerte hasta que se rompió en pedazos y pude notar como un millón de trozos de cristal se metían en mi piel y me hacían cortes. Mi mano empezó a sangrar, más bien el dedo meñique y toda la parte hasta la muñeca. Parecía que me había cortado, pero el dolor me daba igual. En ese momento sentía ganas de que viniera Yamir y acabara el trabajo que no acabó.

Puede que Mangel estuviera muy muy borracho y no supiera lo que hacía, sí. Pero seguro que se habría dado cuenta al verme llorar, y habría hecho algo. Me mojé la mano y yo sola como si fuera una tortura me empecé a sacar los trozos de cristal que me habían dejado cortes, hasta que no quedara ni uno. Me daba igual todo sinceramente, ya si eso iría al médico por la mañana. Me puse con rabia una toalla alrededor de la mano y no eran ni las 2 cuándo llamé a mi madre.
- ¿Diga? –sonó su voz dormida.
- Perdona que te moleste Mamá. –se cortó mi voz.
- No te preocupes cariño, me alegra que me llames. Dime.
- ¿Puedo ir a pasar las navidades contigo?
- ¿Es una pregunta o una afirmación? Claro que puedes cariño.
- Gracias, mañana estoy ahí. –dije sin pensarlo. – Te quiero. –colgué el teléfono y cogí el cojín del sofá, luego lo lancé contra el suelo con toda mi fuerza. Lou se asustó y se metió en su pequeña casita. – Perdóname Lou. –dije agachándome hacia él y cogiéndolo, lamió mis heridas todavía con sangre y se restregó contra mi ropa. Lo volví a dejar y apreté los dientes con fuerza para no romper nada más.
Volví a meterme en el baño y me miré al espejo. Parecía un monstruo, con el rímel por toda la cara, el pelo despeinado y la mano llena de sangre. Me senté en el retrete y apoyé mi cabeza contra mis manos.

 De pronto alguien abrió la puerta de golpe, Laura.
- ¡¿TÍA QUE COJONES PASA?! ¡¿Por qué te vas de esta puta manera y sudas de mi cara?! –dijo mirándome. Subí la mirada y al verme la cara se agachó rápidamente hacia mí. -¡Tía, TÍA! –me miró la mano llena de sangre. - ¿QUE COJONES TE HA PASADO? –se alteró. Rubén apareció por la puerta y vio el panorama también.

Se quedaron los dos sin palabras mientras yo escondía mi rostro entre mis manos y lloraba. Algunos me podrán llamar exagerada, pero que la persona de quien estás enamorada te diga esas palabras, es de las cosas más duras que hay, y no hablo por mí, que he pasado la más dura y por eso estoy ahí.
- ¡¿Dónde cojones está Mangel?! –Laura me ayudó a levantar y me llevó hasta el sofá.
- Se ha negado a venir. –dijo nervioso Rubén que también me ayudó a colocar bien.
- ¡Pues llama a Cheeto para que lo vaya a recoger y lo traiga aquí! – hizo una pausa. - ¡Y dame hielo por favor! –Rubén fue hacia la cocina y trajo hielo, luego cogió el móvil para llamar a Cheeto. Marcó el número.
- ¡Cheeto! Un favor. ¿Podrías ir a buscar a Mangel y traerlo en casa de ______?
 - ¡NO QUIERO QUE ESE GILIPOLLAS VENGA AQUÍ! ¿ENTENDIDO? –grité intentando no romper nada más. Rubén me miró nervioso.
- No no, llévalo a casa por favor, que en un rato estoy yo ahí. –colgó el teléfono y me miró extrañado. Laura me colocó el hielo con delicadeza.
- ¿Qué te ha pasado con Mang…? –Rubén no acabó la frase ya que Laura lo interrumpió.
- Deja que se calme un poco. –sugirió. Rubius se sentó a mi lado y puso su mano sobre mi espalda y empezó a fregarla. Bufé, soplé, resoplé y suspiré un montón de veces antes de decir nada más.
- Lo siento… –cayó una lágrima por mi mejilla. –Yo… -se me cortó la voz. En ese momento solo deseaba un abrazo de Mangel, solo. Y no lo podía tener.
Rubius y Laura se mandaron una mirada de preocupación.
- Si quieres saber lo que ha hecho Mangel, pregúntaselo cuándo vuelva en sí. –logré decir. Rubén asintió. Cheeto lo llamó conforme estaba en la puerta de mi casa.
- Ni se os ocurra subir. –dijo Rubén. –Ahora bajo yo. –hizo una pausa mientras escuchaba lo que le decía Cheeto por el otro lado de la línea, se mordió el labio con nerviosismo. 



 - ¿Qué dices? ¿Pero está bien? Ahora voy para allá. –se levantó del sofá y me dio un beso en la cabeza. – Me voy. –se dirigió a la puerta. Laura me dijo que me aguantara  bien la toalla con hielo y lo acompañó a la puerta. Ahí le susurró.
- ¿Qué ha pasado?
- Cheeto, que dice que Mangel ha caído redondo. Que ha bebido demasiado. –susurró Rubén si entiende lo que es susurrar para mí. 
- ¿Pero está bien? -dijo ella. Yo también lo dije por dentro. 
- Sí, supongo que solo necesita descansar. -dijo Rubén. Por un momento me dieron ganas de meterme en el coche de Cheeto y abrazar a Mangel, y asegurarme de que estaba bien. Pero luego recordé las palabras <<¿Cuándo te he dicho yoh que hubiera argo entre nosotroh?>> y la risa que hizo al final de pronunciarlas y me dieron ganas de partir el sofá en dos.  
Rubén se fue y Laura cerró la puerta, se volvió a dirigir a mí.
- ¿Me lo vas a contar ahora o prefieres esperar a mañana?
- Mañana me voy- dije seria.
- ¿Dónde vas?
- A Barcelona, a pasar las navidades con mi madre.
- ¿Por qué? –dijo.
- Lo siento tía. No puedo verlo.
- ¿Pero me puedes contar que te ha hecho?
Le conté palabra por palabra, aun que me dieron otra vez ganas de matar, descuartizar, llorar y romper cosas así que me fui a la cama. Estaba intentando dormir cuando mi móvil empezó a vibrar. Me estaban llamando, lo puse en silencio y intenté pegar ojo. Pero no había manera.


Desperté con los ojos rojos, por llorar y por no poder dormir. Miré el móvil, 43 llamadas perdidas  y 37 mensajes en WhattsApp. Ni me molesté en mirarlos. Fui directa a la ducha, la mano todavía me dolía. Las heridas tenían que cerrarse todavía.  Cuando acabé la ducha me envolví la mano con un esparadrapo, luego fui a preparar la maleta. Quería darme prisa para coger el AVE.
Laura estaba en el sofá dormida, intenté hacer el menor ruido posible y cogí algo para desayunar por el camino hasta la estación. Iba a ir andando sí. Cerré la puerta con cautela y bajé las escaleras, al llegar al final me paré en seco.

Estaba sentado en el último escalón con la cabeza entre los brazos.






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