sábado, 4 de enero de 2014

Capítulo 55

Me limpié las lágrimas de la cara y salí de nuevo fuera. Me senté en la mesa  y mi madre había colocado turrón y de todos los dulces posibles en platos.
- ¿Tú por navidad entiendes ponerse como una vaca no? –dijo Tania a mi madre.
- Eso. –reí
- Oye que lo he comprado con toda mi ilusión. –dijo mi madre a la defensiva. – ¿Mañana vamos a comprar algo?
- Venga. –dijo Tania.
- ¿Para qué? –me opuse yo.
- ¿Algo os tendré que regalar no? –dijo mi madre.
- Oh. –le di un mordisco al turrón.

Cuando acabamos mi madre se metió en su habitación a acabar unos partes de trabajo, mi hermana fue a su habitación y yo me quedé en el sofá tapada con una manta mientras veía la tele. Llamé a Tamara que todavía no sabía nada sobre dónde estaba yo.
- ¡Tía! –exclamó. – ¿Por qué cojones te vas sin mi?  Ahora te iba a llamar…
- Hola... –sonreí al móvil.
- Ya me han contado… en fin. ¿Cómo estás?
- Bueno… -suspiré. – Me duele la mano. –soltamos las dos una risa falsa.
- Te has enterado de que Mang…
- Sí. –la interrumpí. – Ya he hablado con él.
- Tía… -hizo una pausa. –Piensa que no sabía lo que hacía.
- Ya… Pero, es duro escuchar eso de la persona que amas ¿sabes?
- Te entiendo. –dijo. –Si te soy sincera, empezaba a sentir cosas por Mario, y bueno, no es agradable recibir amenazas por su parte.
- Ya. –reí. – Aun que admite que Cheeto y tu hacéis muy buena pareja. –hice una risa.
- Oye. –rió ella.
Estuvimos un rato hablando y luego hablé con Laura. Acabé dormida mientras miraba una película.

Me despertó mi madre, con prisas desayunamos y nos pusimos en camino hacia una tienda.
- A ver. ¿Qué os gustaría que os comprara? –dijo ella aparcando.
- Necesito ropa. –dijo Tania.
- ¿Y tú? –se refirió a mí.
- Pues… -me lo pensé.
- Libros. –se burló mi hermana.
- Calla. –le hice una mueca. –Pues el objetivo de mi cámara se ha roto. –era verdad, necesitaba uno nuevecito.
Salimos del coche y mi madre nos dio dinero a las dos para ir a comprar, ella se fue por otro lado. Primero Tania se compró algo de ropa y luego me acompañó a ver el objetivo. Estaba probando cómo funcionaba una Nikon que siempre había querido. Mi hermana hizo una pose para que le “hiciera” una foto.
- Se ve de puta madre. –dije haciendo zoom hacia ella, entonces lo vi. Lo vi a unos metros detrás de mi hermana. No era una imaginación no, no me había vuelto loca ni nada por el estilo. Estaba ahí, y creo que me vio.
Cogí el objetivo que tenía en mente y agarré la mano de mi hermana, corrí por el pasillo de zapatos, por el de comida, y finalmente llegamos a la caja.
-¿Qué pasa? ¿Qué cojones haces? –dijo mi hermana peinándose el pelo.
- Déjalo estar. –puse el objetivo sobre la caja y la señora lo escaneó. Me dijo el dinero que costaba, metí mi mano en el pantalón donde tenía la cartera con el dinero y no estaba.
- ¡Mierda! –exclamé. –Un momento por favor. –corrí por los pasillos, pasando sobre mis pisadas, entonces vi mi cartera en el suelo.  Me dirigí a ella y antes de llegar alguien la cogió, miré hacia arriba y lo vi. Con su chichón al costado de la frente y su morado debajo de la cuenca del ojo.




Me acerqué poco a poco sin mirarlo a los ojos y me la entregó.
- Gracias. –dije cogiéndola rápidamente. Lo miré a los ojos. - ¿Qué haces aquí? Te dije que no me siguieras.
- No lo haciah… venía a ve un objetivoh para tu camarah. –se le cortó la voz.
- Llegas tarde, mi madre me lo ha comprado ya.
- Oyeh… necesit…
- Déjalo Mangel, te he dicho que te llamaré cuando pueda y ya hablamos…
- Valeh… pero llámame prontoh. –en sus ojos vi que esperaba que yo lo abrazara, y yo también quería abrazarlo. Pero ambos nos contuvimos.

Volví con mi hermana que de lejos había visto la escena.
- ¿Oye ese no era Mang…?
- Sí. –la interrumpí seca. Pagué el dinero y cogí la bolsa rápidamente. Mi hermana me siguió.
- ¿Y qué te ha pasado con él?
- Nada.
-  Ya. –subió una ceja y se puso delante de mí haciendo que yo parara.
- Tania, déjalo estar ya.
- Tía a mi me puedes contar las cosas.
 - ¡No quiero hablar del tema! –le grité sin pensar. Me dirigí a la escalera mecánica y me apoyé en la barandilla mientras subía. Tania me siguió de morros y se puso detrás de mí, cogió el móvil y miró unos mensajes. Al subir se me adelantó y fue hacia la cola para entrar al cine, allí estaba mi madre.
- Venga que os invito a ver una película. –sonrió.
- Gracias por los regalos Ma. –le di dos besos. Tania hizo lo mismo.
Nos esperamos en la cola y miré de reojo a Tania que estaba de brazos cruzados mirando al centro. Siempre se picaba mucho cuando yo me pasaba o algo. La abracé.
- Lo siento tía, luego te lo cuento. Es que me pongo de mala leche.
- Vale. –sonrió. – Que si algún tío te jode tú me lo dices y lo pongo fino. –guiñó un ojo. Al fin y al cabo así son los hermanos, unos capullos con buen corazón.
Mi madre pagó las entradas y nos dirigimos a la sala.
- Oye, tenemos que comprarle algo a Mamá. –susurró Tania.
- Estaba pensando lo mismo. –susurré yo.
Entramos en el cine y vimos la película, no estuve muy pendiente la verdad. Estaba demasiado concentrada en lo que estaría haciendo Mangel ahora… No me lo sacaba de la cabeza, y es que estaba y seguía enamorada de él. Pero lo que me dijo me dolió, y mucho.

Al acabar la película cenamos algo y luego Tania y yo fuimos rápidamente a comprar algo para mi madre. Unas cremas y champús para el baño y una taza que ponía “I LOVE MOM”.  Escondimos los regalos ya empaquetados y volvimos a casa en coche, ni rastro de él otra vez. Cuando volvimos ya era tarde, y estábamos todas cansadas. Me recosté sobre el sofá y de pronto mi móvil vibró, un mensaje.  

*Conversación:
Mangel: ¿Mañana te va bien quedar para hablar las cosas?
Yo: Mangel, mañana es la víspera de navidad. Pasaré la tarde en familia…
Mangel: Vale… ¿Entonces mañana pasado?
Yo: Yo te llamo.
Mangel: Necesito saberlo…
Yo: Vale Mangel, sí. Mañana pasado.
Mangel: Vale…
Mangel: *escribiendo…
últ. Vez hoy a las 1:56

Me quedé mirando el móvil un rato y luego lo lancé sobre el sofá. Miré un rato la televisión y sin saber ya que hacer me fui a dormir.

Desperté gracias al ruido que hacía mi hermana con la música a todo volumen. Mi madre había salido a comprar algo para cenar esa noche, asomé mi cabeza por la puerta de su habitación.
- El rock no pega mucho a estas horas de la mañana ¿Sabes? –alcé la voz para que me escuchara.
- El rock pega siempre, además si son las dos del mediodía, y ahora péinate esos pelos zombie. –dijo sin bajar el volumen.
“Zombie”… esa palabra me la decía Mangel siempre… Entré en el baño y me miré al espejo, la verdad es que aparentaba ser un zombie sí. Suspiré apoyada sobre la pica, pensando en lo que me contaría Mangel como escusa. O tal vez era la verdad sí, pero… ¿Cómo reaccionaría yo? No lo tenía ni claro.
Me peiné los pelos y me lavé la cara, ahora ya nunca me miraba al espejo después de lavarme la cara. No si no estaba Mangel cerca, no quería volver a ver a ese Yamir detrás de mí.
Desayuné algo y me duché. Hacía un frío que no era normal, me acerqué a la ventana y me fijé en que estaban cayendo unos pequeños copos de color blanco del cielo.
- ¡Esta nevando! –grité como una niña pequeña. - ¡Está nevando! –abrí la puerta de mi hermana y le dije emocionada.
- Cómo si no hubieras visto nunca nieve mujer. –me ignoró y fue a su rollo. Chasqueé la lengua y volví a cerrar su puerta. Me puse al lado de la ventana y miré a través de ella. Sin pensarlo me puse unas botas de agua de mi hermana, unos guantes y uno de mis cientos de gorros. Cogí un paraguas. – Si viene Mamá, ¡dile que he salido a dar una vuelta! –le grité a mi hermana que asintió de milagro.

Salí dando saltitos sobre la nieve que había cuajado, como una niña pequeña, igual. Siempre me había emocionado la nieve, me encantaba. Me dirigí andando hacía las ramblas, gente las bañaba, aun que menos de la habitual.

No tenía la intención de ir a comprar nada, solo quería pasear, pero vi una bonita sudadera en el escaparate de una tienda. De color roja. Y pensé en él.

Sin pensarlo me metí en esa tienda y la compré, no me preguntéis porque, sentía el impulso de regalárselo… Cómo regalo de navidad vamos. También compré un gorro verde para Tamara, una bufanda a Laura, otra para Cheeto y unos guantes a Rubén. Salí de la tienda con la bolsa en una mano y el paraguas en otra y de pronto choqué con alguien. O no, por qué a mí –pensé cuando lo vi. 

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