Me limpié las lágrimas de la cara y salí de nuevo fuera. Me
senté en la mesa y mi madre había
colocado turrón y de todos los dulces posibles en platos.
- ¿Tú por navidad entiendes ponerse como una vaca no? –dijo
Tania a mi madre.
- Eso. –reí
- Oye que lo he comprado con toda mi ilusión. –dijo mi madre
a la defensiva. – ¿Mañana vamos a comprar algo?
- Venga. –dijo Tania.
- ¿Para qué? –me opuse yo.
- ¿Algo os tendré que regalar no? –dijo mi madre.
- Oh. –le di un mordisco al turrón.
Cuando acabamos mi madre se metió en su habitación a acabar
unos partes de trabajo, mi hermana fue a su habitación y yo me quedé en el sofá
tapada con una manta mientras veía la tele. Llamé a Tamara que todavía no sabía
nada sobre dónde estaba yo.
- ¡Tía! –exclamó. – ¿Por qué cojones te vas sin mi? Ahora te iba a llamar…
- Hola... –sonreí al móvil.
- Ya me han contado… en fin. ¿Cómo estás?
- Bueno… -suspiré. – Me duele la mano. –soltamos las dos una
risa falsa.
- Te has enterado de que Mang…
- Sí. –la interrumpí. – Ya he hablado con él.
- Tía… -hizo una pausa. –Piensa que no sabía lo que hacía.
- Ya… Pero, es duro escuchar eso de la persona que amas
¿sabes?
- Te entiendo. –dijo. –Si te soy sincera, empezaba a sentir
cosas por Mario, y bueno, no es agradable recibir amenazas por su parte.
- Ya. –reí. – Aun que admite que Cheeto y tu hacéis muy
buena pareja. –hice una risa.
- Oye. –rió ella.
Estuvimos un rato hablando y luego hablé con Laura. Acabé
dormida mientras miraba una película.
Me despertó mi madre, con prisas desayunamos y nos pusimos
en camino hacia una tienda.
- A ver. ¿Qué os gustaría que os comprara? –dijo ella
aparcando.
- Necesito ropa. –dijo Tania.
- ¿Y tú? –se refirió a mí.
- Pues… -me lo pensé.
- Libros. –se burló mi hermana.
- Calla. –le hice una mueca. –Pues el objetivo de mi cámara
se ha roto. –era verdad, necesitaba uno nuevecito.
Salimos del coche y mi madre nos dio dinero a las dos para
ir a comprar, ella se fue por otro lado. Primero Tania se compró algo de
ropa y luego me acompañó a ver el objetivo. Estaba probando cómo funcionaba una
Nikon que siempre había querido. Mi hermana hizo una pose para que le “hiciera”
una foto.
- Se ve de puta madre. –dije haciendo zoom hacia ella,
entonces lo vi. Lo vi a unos metros detrás de mi hermana. No era una
imaginación no, no me había vuelto loca ni nada por el estilo. Estaba ahí, y
creo que me vio.
Cogí el objetivo que tenía en mente y agarré la mano de mi
hermana, corrí por el pasillo de zapatos, por el de comida, y finalmente
llegamos a la caja.
-¿Qué pasa? ¿Qué cojones haces? –dijo mi hermana peinándose
el pelo.
- Déjalo estar. –puse el objetivo sobre la caja y la señora
lo escaneó. Me dijo el dinero que costaba, metí mi mano en el pantalón donde
tenía la cartera con el dinero y no estaba.
- ¡Mierda! –exclamé. –Un momento por favor. –corrí por los
pasillos, pasando sobre mis pisadas, entonces vi mi cartera en el suelo. Me dirigí a ella y antes de llegar alguien la
cogió, miré hacia arriba y lo vi. Con su chichón al costado de la frente y su
morado debajo de la cuenca del ojo.
Me acerqué poco a poco sin mirarlo a los ojos y me la
entregó.
- Gracias. –dije cogiéndola rápidamente. Lo miré a los ojos.
- ¿Qué haces aquí? Te dije que no me siguieras.
- No lo haciah… venía a ve un objetivoh para tu camarah. –se
le cortó la voz.
- Llegas tarde, mi madre me lo ha comprado ya.
- Oyeh… necesit…
- Déjalo Mangel, te he dicho que te llamaré cuando pueda y
ya hablamos…
- Valeh… pero llámame prontoh. –en sus ojos vi que esperaba
que yo lo abrazara, y yo también quería abrazarlo. Pero ambos nos contuvimos.
Volví con mi hermana que de lejos había visto la escena.
- ¿Oye ese no era Mang…?
- Sí. –la interrumpí seca. Pagué el dinero y cogí la bolsa
rápidamente. Mi hermana me siguió.
- ¿Y qué te ha pasado con él?
- Nada.
- Ya. –subió una ceja
y se puso delante de mí haciendo que yo parara.
- Tania, déjalo estar ya.
- Tía a mi me puedes contar las cosas.
- ¡No quiero hablar
del tema! –le grité sin pensar. Me dirigí a la escalera mecánica y me apoyé en
la barandilla mientras subía. Tania me siguió de morros y se puso detrás de mí,
cogió el móvil y miró unos mensajes. Al subir se me adelantó y fue hacia la cola
para entrar al cine, allí estaba mi madre.
- Venga que os invito a ver una película. –sonrió.
- Gracias por los regalos Ma. –le di dos besos. Tania hizo
lo mismo.
Nos esperamos en la cola y miré de reojo a Tania que estaba
de brazos cruzados mirando al centro. Siempre se picaba mucho cuando yo me
pasaba o algo. La abracé.
- Lo siento tía, luego te lo cuento. Es que me pongo de mala
leche.
- Vale. –sonrió. – Que si algún tío te jode tú me lo dices y
lo pongo fino. –guiñó un ojo. Al fin y al cabo así son los hermanos, unos
capullos con buen corazón.
Mi madre pagó las entradas y nos dirigimos a la sala.
- Oye, tenemos que comprarle algo a Mamá. –susurró Tania.
- Estaba pensando lo mismo. –susurré yo.
Entramos en el cine y vimos la película, no estuve muy
pendiente la verdad. Estaba demasiado concentrada en lo que estaría haciendo
Mangel ahora… No me lo sacaba de la cabeza, y es que estaba y seguía enamorada
de él. Pero lo que me dijo me dolió, y mucho.
Al acabar la película cenamos algo y luego Tania y yo fuimos
rápidamente a comprar algo para mi madre. Unas cremas y champús para el baño y
una taza que ponía “I LOVE MOM”.
Escondimos los regalos ya empaquetados y volvimos a casa en coche, ni
rastro de él otra vez. Cuando volvimos ya era tarde, y estábamos todas
cansadas. Me recosté sobre el sofá y de pronto mi móvil vibró, un mensaje.
*Conversación:
Mangel: ¿Mañana te va
bien quedar para hablar las cosas?
Yo: Mangel, mañana es
la víspera de navidad. Pasaré la tarde en familia…
Mangel: Vale… ¿Entonces
mañana pasado?
Yo: Yo te llamo.
Mangel: Necesito
saberlo…
Yo: Vale Mangel, sí.
Mañana pasado.
Mangel: Vale…
Mangel: *escribiendo…
últ. Vez hoy a las
1:56
Me quedé mirando el móvil un rato y luego lo lancé sobre el
sofá. Miré un rato la televisión y sin saber ya que hacer me fui a dormir.
Desperté gracias al ruido que hacía mi hermana con la música
a todo volumen. Mi madre había salido a comprar algo para cenar esa noche,
asomé mi cabeza por la puerta de su habitación.
- El rock no pega mucho a estas horas de la mañana ¿Sabes?
–alcé la voz para que me escuchara.
- El rock pega siempre, además si son las dos del mediodía,
y ahora péinate esos pelos zombie. –dijo sin bajar el volumen.
“Zombie”… esa palabra me la decía Mangel siempre… Entré en el
baño y me miré al espejo, la verdad es que aparentaba ser un zombie sí. Suspiré
apoyada sobre la pica, pensando en lo que me contaría Mangel como escusa. O tal
vez era la verdad sí, pero… ¿Cómo reaccionaría yo? No lo tenía ni claro.
Me peiné los pelos y me lavé la cara, ahora ya nunca me
miraba al espejo después de lavarme la cara. No si no estaba Mangel cerca, no
quería volver a ver a ese Yamir detrás de mí.
Desayuné algo y me duché. Hacía un frío que no era normal,
me acerqué a la ventana y me fijé en que estaban cayendo unos pequeños copos de
color blanco del cielo.
- ¡Esta nevando! –grité como una niña pequeña. - ¡Está
nevando! –abrí la puerta de mi hermana y le dije emocionada.
- Cómo si no hubieras visto nunca nieve mujer. –me ignoró y
fue a su rollo. Chasqueé la lengua y volví a cerrar su puerta. Me puse al lado
de la ventana y miré a través de ella. Sin pensarlo me puse unas botas de agua
de mi hermana, unos guantes y uno de mis cientos de gorros. Cogí un paraguas. –
Si viene Mamá, ¡dile que he salido a dar una vuelta! –le grité a mi hermana que
asintió de milagro.
Salí dando saltitos sobre la nieve que había cuajado, como
una niña pequeña, igual. Siempre me había emocionado la nieve, me encantaba. Me
dirigí andando hacía las ramblas, gente las bañaba, aun que menos de la
habitual.
No tenía la intención de ir a comprar nada, solo quería
pasear, pero vi una bonita sudadera en el escaparate de una tienda. De color
roja. Y pensé en él.
Sin pensarlo me metí en esa tienda y la compré, no me
preguntéis porque, sentía el impulso de regalárselo… Cómo regalo de navidad
vamos. También compré un gorro verde para Tamara, una bufanda a Laura, otra para Cheeto y unos guantes a Rubén. Salí de la tienda con la bolsa en
una mano y el paraguas en otra y de pronto choqué con alguien. O no, por qué a
mí –pensé cuando lo vi.
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