Yamir le dio un puñetazo en la cara a Rubén, y este gritó:
- ¿Pero de qué coño vas? –Rubén también le dio y se
empezaron a pegar.
- ¡Eh, EH! –grité tirándome hacía Yamir, este me empujó y me
tiró al suelo. Me volví a levantar, ellos se seguían pegando. - ¿Es que no
tuviste suficiente conmigo hijo de puta? –grité de nuevo. Me volví a abalanzar
encima de él y se giró bruscamente, me agarró por el cuello y me puso contra el
suelo, luego empezó a darme en la cara. Podía notar cómo me subía la sangre a
la cabeza y notaba un dolor inmenso en las mejillas.
Rubén le dio una patada en el estómago, haciendo que cayera
al suelo. Este se levantó rápidamente y
le dio con mucha, mucha fuerza a Rubén en la barriga, soltó un grito y cayó al
suelo. Me rompía el alma verlo así, por mi puta culpa. Solté unas lágrimas.
- ¡Rubén! –grité casi arrastrándome hacia él.
- ¡Vete joder! –dijo gimiendo de dolor. – ¡Llama a Mangel!
Me levanté con la intención de ayudar a Rubius, pero Yamir
me sujetó en el suelo.
- Eres más rata de lo que yo pensaba. –le escupí. Este hizo
una sonrisa de victoria en la cara, que asco me daba. Apretó su mano contra mi
cuello y casi me ahogaba, grité con todas mis fuerzas e intenté escapar de esas
manos de víbora. Me tenía bien cogida.
Acercó su rostro al mío y se mordió los labios lentamente.
Yo hacía lo posible por no tocar a ese asqueroso, así que le escupí
literalmente en la cara. Se limpió la cara con la manga de su chaqueta e hizo
una risa como decirlo, malvada. Se me volvió a acercar y al ver que yo me
resistía me cogió con fuerza por las mejillas y me besó, me besó con
agresividad.
Ya no sabía qué hacer, así que mordí su lengua con rabia,
casi le arranco la verdad. No sé si a él le resultaba un juego o le resultaba
gracioso. Se apartó de mí y sonrió, apretó de nuevo su mano contra mi cuello.
Yo solté un grito el doble de fuerte que el anterior, maldigo esa calle poco
poblada, no había un alma, tal vez por la mierda festivales que empezaban en el
pueblo, o vete a saber tú. En ese momento solo quería una salvación, o que
alguien le pegara un tiro a Yamir, sería mejor.
El gilipollas seguía intentado todo lo que fuera conmigo,
pero yo me resistía de todas las maneras posibles. Yo daba patadas al aire como
un niño pequeño enrabiado, miré a Rubén que intentaba levantarse pero no podía,
se me caían las lágrimas mientras Yamir seguía dándome golpes en la cara y
diciéndome de todos los insultos posibles que se le pueden decir a una mujer.
Si salía de ahí, tenía claro que las pagaría, de una manera u otra. Haría lo
que fuera para cargarme su vida.
La verdad, empezaba a perder la esperanza de que saliera
viva de ahí, seguramente me violaría y luego me mataría o algo así. Vi como
levantaba la mano para darme con fuerza y lancé mi último grito ahogado al
aire, cerré los ojos con fuerza y ya no sentí nada de nada. Solo noté que un
peso se me había quitado de encima, literalmente. Abrí los ojos y tenía la
vista borrosa, de las lágrimas y de lo hinchados que tenía los ojos por los
golpes.
Lo vi, agarrando del pelo a Yamir y tirándolo hacía atrás,
le dio una patada tan fuerte que hasta el cayó hacía atrás. Podría decir que le rompió la nariz, cayó
hacia atrás y escupió sangre, le dio una patada en la cara y corrió hacia mí.
Me agarró en brazos y me abracé débilmente a él, soltando más lágrimas. Podía
escuchar su corazón latir rápidamente.
- Tranquilah, tranquilah. –susurró.
Con la vista borrosa todavía, pude ver a Laura, Cheeto y
Tamara correr hacía nosotros. Fueron a
ayudar a Rubius.
- ¡Hostia puta, Rubén! –gritó Laura. - ¡¿Qué coño os ha pasado?!
¡Mira me cago en el paki este de los cojones! –volvió a gritar, se acercó a
Yamir y le dio una patada en el estómago, este ya estaba inconsciente en el
suelo. Cheeto fue hacia ella y la apartó
de Yamir, luego fue a ayudar a Tamara a llevar a Rubius. Laura se acercó hacía
Mangel y yo. Yo sollozaba, más que miedo y asco, ahora le tenía ODIO a ese
gilipollas de Yamir. Me sentía
aterrorizada, pero escuchar la voz de Mangel a mi lado me tranquilizaba.
Nos llevaron al coche, Mangel me sentó sobre su regazo.
- Tío, tenemoh que llevarloh al médico. –dijo Cheeto.
- No, no pasa nada. –se cortó la voz de Rubius.
- Rubén, si que pasa sí. –dijo Laura que se encontraba a su
lado.
Mangel no dijo nada, estaba reprimiendo la rabia acumulada,
de vez en cuando bufaba de rabia, pero me seguía meciendo sobre su regazo y
diciendo frases para que me tranquilizara.
- ¿Te dueleh muchoh? –me susurró Mangel apegando sus labios
a mi oreja. Negué con la cabeza, la verdad me dolía el cuello y la cara, pero
no quería ir de nuevo al hospital. –Vamoh. –dijo Mangel a los demás.
- ¿Dónde vamos? –dijo Tamara. –No tenemos sitio donde
quedarnos, y los tenemos que curar en algún lado.
- En casa de Loulogio no nos podemos quedar. –dijo Laura.
- Eh que mira que no reservah un hoteh o argo. –dijo Cheeto.
- ¡Y YOH QUE COÑO SABÍA QUE IBA A PASAH EHTO! –se intentó
calmar Mangel.
- Vamos a mi casa. –susurré con pocas fuerzas.
Asintieron y Cheeto volvió a arrancar el coche, y lo dejó
delante del portal de mi casa, Yamir ya no se encontraba en la calle, y era
extraño, por qué juraría que se había quedado lelo. Mangel me cogió en brazos de nuevo mientras
Cheeto y Tamara ayudaban a Rubén a caminar. Laura cogió las llaves de la casa
de mi madre de mi bolsillo y abrió la puerta. Mangel me llevó a mi habitación
provisional y me dejó sobre la cama. A Rubius lo dejaron en el sofá.
- Tengoh que ir a echah gasolina pa el coche pa salih.
¿Traigo argoh? –dijo Cheeto.
- ¿Nos vamos? –dijo Laura.
- Hombreh, aquí no noh podemoh quedah. –dijo Cheeto. Todos
asintieron.
- Yo me quedoh. –dijo Mangel mientras pasaba su mano por mi
frente.
- Suponía que lo diriah. –Cheeto cogió las llaves de su
coche. -¿Comproh algo mah?
- Hielo. –dijo Laura, que se encontraba sentada en el sofá
al lado de Rubius, que tenía las manos sobre su estómago.
- Voy contigo. –Tamara se fue con Cheeto.
Sonó mi móvil, Mangel lo miró.
- Tu madreh está con suh amigah, llegará tardeh. – asentí.
Mangel se levantó y cogió una toalla y la empapó de agua en el baño. La puso
sobre mi cabeza y hizo un poco de fuerza sobre ella, lo miré a los ojos.
- No hace falta que
te quedes. –susurré. La verdad es que mentía, mentía como una bellaca, lo que
más deseaba era tenerlo al lado, pero no quería que se viera obligado a
permanecer en Barcelona solo por mí, tendría cosas que hacer.
- Falta no haceh, pero necesidah si. –lo miré extrañada.
¿Qué quería decir con eso?
- ¿Qué? –se me cortó la voz de nuevo.
- Necesitoh estah a
tu lado. El tigreh no abandonah a la presa hastah que la caza. ¿No?
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