Sostuve la bengala entre mis dedos y me fije bien en ella,
en los recuerdos que me traía esa bengala. Recuerdos llegaron a mi mente.
- ¿No crees que es un poco para críos? -miré a Mangel y
parece que estábamos pensando lo mismo.
*
Era la noche de San
Juan, yo iba a empezar el nuevo curso en batchillerato, de hecho faltaba poco
para empezar las clases. Esa misma noche, como muchas de las noches de San
Juan, la pasaba en familia. Y nos reuníamos todos los vecinos para celebrarlo.
Me acababa de mudar a una nueva urbanización de Madrid, así que de vecinos
conocería a pocos. Me dirigí con los hijos de uno de los vecinos, de unos 5
años o así, y me puse a jugar con ellos.
Cómo no podían tirar
cohetes, les tenían que comprar fuentes de colores, bombetas, o bengalas.
Siempre me habían fascinado las bengalas, con sus vivos colores. Cogí una de
esas y la encendí, empecé a dibujar formas en el cielo, como si fuera un niño
pequeño.
- ¿No creeh que es un
poco para críoh eso? –dijo una voz muy familiar detrás de mí.
Giré la vista y lo vi,
a esa persona que yo solía ver siempre desde la pantalla de mi ordenador, el
que me hacía sonreír a diario. El chico de pelo moreno, ojos castaños y sonrisa
de ángel, el que ese mismo día fue el día en que llevaba esa sudadera de Boston
que tan bien le quedaba. Al que le daba “iguah”todo. Recuerdo que abrí
un poco los ojos y disimulé para no aparentar que estaba loca.
- Depende de lo que
signifique crío para ti. –le sonreí.
- Pueh… jugah con eso
por ejemplo. –hizo una sonrisa torcida que me deshizo.
- Vaya. ¿Es que no
tienes infancia tú?
- Dependeh de lo que
signifiqueh infancia para tih.
- ¿Jugar con cosas
como estas? –levanté la bengala que se estaba consumiendo ya.
Hizo una risa.
- ¿Cómo te llamah?
–soltó. Todavía no me creía que me estuviera hablando a mí, bajé la mano donde
sostenía la bengala ya que estaba temblando, algunos pensaran que era una fan
loca. Pero de verdad me encantaba ese tío.
- ______. –dije
nerviosa.
- Mang… -tendió la
mano y yo rápidamente se la quemé con la bengala ya apagada. La sacó de golpe.
- ¡Ah!
- ¿No crees que está
muy pasado de moda estrechar la mano a las mujeres? ¿Mangel Rogel? –dije riendo
ante la cara que puso al saber que yo sabía quién era.
- Vayah… tenemoh aquí
a una marvada.
- Eso parece. –cogí la
bolsa de bengalas y agarré otra, él me hizo un gesto para que le diera una y
eso hice. La encendió y empezó a dibujar cosas en el cielo.
- Una pollah. –dijo
dibujando. Lo miré de reojo.
- La mía es más
grande. –le seguí el rollo mientras reía.
- ¿Y te has mudao
aquih? –dijo todavía dibujando.
- Sip, por lo que veo
tu vives aquí también. –asintió. – Ahora ya podré hacerte chantaje. –hice una
risa marvada.
- ¿Eh? –me miró.
- Págame 50 euros o
les digo a tus marvadas dónde vives. –lo miré también.
- Sih… 50 pollazoh.
–rió
- Un respeto señor
pichagorda. –reímos.
Estuvimos hablando y
conociéndonos, recuerdo esa noche como una de las mejores de mi vida. Nos dimos
el número de teléfono y resultó que íbamos a la misma clase en batchillerato.
Desde ahí conocí a Rubén, a Cheeto y a muchos más amigos.
*
- Dependeh de lo que signifiqueh crío pa tih. –dijo
balanceándose en el columpio.
- Hacer eso por ejemplo. –reí observándolo.
- ¿Eh que no tieneh infancia? –repetimos el diálogo de hace
unos años.
- ¿Es que no te das cuenta de que nos hemos cambiado los
papeles? –reímos a la vez.
Mangel se sentó en el columpio de lado, como si fuera un
caballo, y se columpió hacia mí. Hice lo mismo y nos quedamos uno delante del
otro. Yo cogí sus cadenas y él las mías. Tiró de las cadenas hacía él y por
poco no chocamos de cara. Le di un beso al lado de la nariz, en la mejilla. Él
hizo lo mismo y luego bajó sus labios hasta los míos.
Nos dimos un beso húmedo y luego nos separamos al escuchar
una risa. Vi a alguien esconderse detrás de un árbol. Mangel se levantó del
columpio y fue hasta ese árbol, adivinad quien estaba detrás.
Rubén se acercó a nosotros y rió. Empezó a hacer el tonto
con uno de los balancines de niños pequeños. Lo observé mientras reía y más
recuerdos vinieron a mi cabeza.
Había quedado con
Mangel para dar una vuelta por ahí, efectivamente ya sabía quién era Rubén,
pero no lo conocía en persona. Recuerdo cuando lo vi, venía con la sudadera de
DC verde, en vez de la chaqueta de cuadros que llevaba siempre. Tenía algo de
flequillo mal peinado, y ese día Mangel vino con una chaqueta a rayas que más
adelante me regaló.
- ¿Qué tal muyaya?
–fue lo primero que me dijo Rubén.
- Muy buenas
criaturita –tuve el valor a decir. Él sonrió. No quería aparentar una fan loca
o algo, pero tenerlos ahí a los dos me causaba… mucha felicidad, y ganas de
saltar y bailar por supuesto. Fuimos a
tomar algo y esa misma noche fuimos a Rockerz,
otra discoteca. Mangel llevó la sudadera.
Estábamos esperando en
la cola para entrar, hacía un frío que pelaba, me agarré los codos y por poco
no me quedo sin dientes, y yo no suelo ser muy friolera.
- ¿Tieneh fríoh? –dijo
Mangel.
- No no, estoy bien. –le
sonreí disimulando.
Se sacó la sudadera y
la colocó sobre mis hombros. Mi cara fue cómo cuando estás helado y te metes en
un baño con agua ardiendo. Pues tal que así, Mangel rió al ver mi expresión.
Unos días después de
la noche en Rockerz, vinieron mis primos a casa. Y recuerdo que mi madre me
dejo invitar a algunos amigos, invité a Mangel, Rubius y Laura. Tamara hacía
mucho que no hablaba con ella. Esa fue la primera vez que Laura vio a Rubius y
Mangel, y se quedó con la misma cara que yo la primera vez.
Rubén estuvo jugando
con mi prima y mi primo. Se veían adorables.
Rubén volvió la vista a mí y como si me leyera la mente
dijo.
- Tenemos que volver a Rockerz. –sonrió
- Ya ves. –asentí.
- Hacen una fiehta por navidah. –sonrió Mangel.
- Pues tenemos que ir. –insistió Rubén.
- Vamos a casa que me estoy helando. –me cogí los hombros.
- Vamoh, que teemoh que poneh los adornoh de navidah. –sonrió
Mangel.
- Ah ¿pensáis que os
voy a ayudar? -dije.
- Claro que sí. –dijo Rubén.
- Pues vais listos, si os ayudo me ayudáis con mi casa eh.
Nos dirigimos a su casa y llamamos a los demás para que
vinieran a ayudar. Tamara llegó con Cheeto y Laura todavía seguía en casa, seguramente durmiendo. Desempaquetamos las cosas y yo fui hacia Tamara.
- ¿Qué tal? -le dije
- Bien... -casi susurró.
- ¿Qué pasa? ¿Te ha vuelto a hablar Mario?
- Eh... no.
- ¿Sabe dónde vives? -insistí
- No lo sabe.
- Suerte... ¿Pero te ha vuelto a hablar o no?
- Que no tía. Vio el mensaje y ya está. -cogió una caja caja y se dirigió hacia el salón. No
me acabé de tragar eso, fui hacia Cheeto que cargaba una caja también.
- ¿Qué ha pasado con Mario? –miré a Tamara.
-Tamarah se quedó en mi
casah ayeh, no me fiaba.
- Pero si me acaba de
decir que no sabe dónde vive. –arqueé una ceja.
- Pueh no sé que decih, pero Mario llamó amenazandoh.
- Joder… De locos sueltos hay muchos.
- Sih, y nos han tocao doh. Esperoh que no le deh por hacer
nah.
- Déjalo estar, otro gilipollas así lo único que se puede
hacer es ignorarlo.
- Sip, pero iguarmenteh. Que a Tamarah no la va a tocah.
- Awww. –le dije enviándole una mirada. Empezó a reír. – Por
cierto, no nos han tocado dos locos, nos han tocado muchos más. –miré a Mangel
que estaba haciendo el tonto con un esprai, y Rubén había encontrado un gorro y
también estaba haciendo el tonto.
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