jueves, 26 de diciembre de 2013

Capítulo 50

Sostuve la bengala entre mis dedos y me fije bien en ella, en los recuerdos que me traía esa bengala. Recuerdos llegaron a mi mente. 
- ¿No crees que es un poco para críos? -miré a Mangel y parece que estábamos pensando lo mismo.




*
Era la noche de San Juan, yo iba a empezar el nuevo curso en batchillerato, de hecho faltaba poco para empezar las clases. Esa misma noche, como muchas de las noches de San Juan, la pasaba en familia. Y nos reuníamos todos los vecinos para celebrarlo. Me acababa de mudar a una nueva urbanización de Madrid, así que de vecinos conocería a pocos. Me dirigí con los hijos de uno de los vecinos, de unos 5 años o así, y me puse a jugar con ellos.
Cómo no podían tirar cohetes, les tenían que comprar fuentes de colores, bombetas, o bengalas. Siempre me habían fascinado las bengalas, con sus vivos colores. Cogí una de esas y la encendí, empecé a dibujar formas en el cielo, como si fuera un niño pequeño.
- ¿No creeh que es un poco para críoh eso? –dijo una voz muy familiar detrás de mí.
Giré la vista y lo vi, a esa persona que yo solía ver siempre desde la pantalla de mi ordenador, el que me hacía sonreír a diario. El chico de pelo moreno, ojos castaños y sonrisa de ángel, el que ese mismo día fue el día en que llevaba esa sudadera de Boston que tan bien le quedaba.   Al que le daba “iguah”todo. Recuerdo que abrí un poco los ojos y disimulé para no aparentar que estaba loca.
- Depende de lo que signifique crío para ti. –le sonreí.
- Pueh… jugah con eso por ejemplo. –hizo una sonrisa torcida que me deshizo.
- Vaya. ¿Es que no tienes infancia tú?
- Dependeh de lo que signifiqueh infancia para tih.
- ¿Jugar con cosas como estas? –levanté la bengala que se estaba consumiendo ya.
Hizo una risa.


- ¿Cómo te llamah? –soltó. Todavía no me creía que me estuviera hablando a mí, bajé la mano donde sostenía la bengala ya que estaba temblando, algunos pensaran que era una fan loca. Pero de verdad me encantaba ese tío.
- ______. –dije nerviosa.
- Mang… -tendió la mano y yo rápidamente se la quemé con la bengala ya apagada. La sacó de golpe. - ¡Ah!
- ¿No crees que está muy pasado de moda estrechar la mano a las mujeres? ¿Mangel Rogel? –dije riendo ante la cara que puso al saber que yo sabía quién era.
- Vayah… tenemoh aquí a una marvada.
- Eso parece. –cogí la bolsa de bengalas y agarré otra, él me hizo un gesto para que le diera una y eso hice. La encendió y empezó a dibujar cosas en el cielo.
- Una pollah. –dijo dibujando. Lo miré de reojo.
- La mía es más grande. –le seguí el rollo mientras reía.
- ¿Y te has mudao aquih? –dijo todavía dibujando.
- Sip, por lo que veo tu vives aquí también. –asintió. – Ahora ya podré hacerte chantaje. –hice una risa marvada.
- ¿Eh? –me miró.
- Págame 50 euros o les digo a tus marvadas dónde vives. –lo miré también.
- Sih… 50 pollazoh. –rió
- Un respeto señor pichagorda. –reímos.
Estuvimos hablando y conociéndonos, recuerdo esa noche como una de las mejores de mi vida. Nos dimos el número de teléfono y resultó que íbamos a la misma clase en batchillerato. Desde ahí conocí a Rubén, a Cheeto y a muchos más amigos.
*

- Dependeh de lo que signifiqueh crío pa tih. –dijo balanceándose en el columpio.
- Hacer eso por ejemplo. –reí observándolo.
- ¿Eh que no tieneh infancia? –repetimos el diálogo de hace unos años.
- ¿Es que no te das cuenta de que nos hemos cambiado los papeles? –reímos a la vez.
Mangel se sentó en el columpio de lado, como si fuera un caballo, y se columpió hacia mí. Hice lo mismo y nos quedamos uno delante del otro. Yo cogí sus cadenas y él las mías. Tiró de las cadenas hacía él y por poco no chocamos de cara. Le di un beso al lado de la nariz, en la mejilla. Él hizo lo mismo y luego bajó sus labios hasta los míos.
Nos dimos un beso húmedo y luego nos separamos al escuchar una risa. Vi a alguien esconderse detrás de un árbol. Mangel se levantó del columpio y fue hasta ese árbol, adivinad quien estaba detrás.



Rubén se acercó a nosotros y rió. Empezó a hacer el tonto con uno de los balancines de niños pequeños. Lo observé mientras reía y más recuerdos vinieron a mi cabeza.




Había quedado con Mangel para dar una vuelta por ahí, efectivamente ya sabía quién era Rubén, pero no lo conocía en persona. Recuerdo cuando lo vi, venía con la sudadera de DC verde, en vez de la chaqueta de cuadros que llevaba siempre. Tenía algo de flequillo mal peinado, y ese día Mangel vino con una chaqueta a rayas que más adelante me regaló.



- ¿Qué tal muyaya? –fue lo primero que me dijo Rubén.
- Muy buenas criaturita –tuve el valor a decir. Él sonrió. No quería aparentar una fan loca o algo, pero tenerlos ahí a los dos me causaba… mucha felicidad, y ganas de saltar y bailar por supuesto.  Fuimos a tomar algo  y esa misma noche fuimos a Rockerz, otra discoteca. Mangel llevó la sudadera.




Estábamos esperando en la cola para entrar, hacía un frío que pelaba, me agarré los codos y por poco no me quedo sin dientes, y yo no suelo ser muy friolera.
- ¿Tieneh fríoh? –dijo Mangel.
- No no, estoy bien. –le sonreí disimulando.
Se sacó la sudadera y la colocó sobre mis hombros. Mi cara fue cómo cuando estás helado y te metes en un baño con agua ardiendo. Pues tal que así, Mangel rió al ver mi expresión.
Unos días después de la noche en Rockerz, vinieron mis primos a casa. Y recuerdo que mi madre me dejo invitar a algunos amigos, invité a Mangel, Rubius y Laura. Tamara hacía mucho que no hablaba con ella. Esa fue la primera vez que Laura vio a Rubius y Mangel, y se quedó con la misma cara que yo la primera vez. 
Rubén estuvo jugando con mi prima y mi primo. Se veían adorables.





Rubén volvió la vista a mí y como si me leyera la mente dijo.
- Tenemos que volver a Rockerz. –sonrió
- Ya ves. –asentí.
- Hacen una fiehta por navidah. –sonrió Mangel.
- Pues tenemos que ir. –insistió Rubén.
- Vamos a casa que me estoy helando. –me cogí  los hombros.
- Vamoh, que teemoh que poneh los adornoh de navidah. –sonrió Mangel.
- Ah  ¿pensáis que os voy a ayudar?  -dije.
- Claro que sí. –dijo Rubén.
- Pues vais listos, si os ayudo me ayudáis con mi casa eh.


Nos dirigimos a su casa y llamamos a los demás para que vinieran a ayudar. Tamara llegó con Cheeto y Laura todavía seguía en casa, seguramente durmiendo. Desempaquetamos las cosas y yo fui hacia Tamara. 
- ¿Qué tal? -le dije
- Bien... -casi susurró. 
- ¿Qué pasa? ¿Te ha vuelto a hablar Mario? 
- Eh... no.  
- ¿Sabe dónde vives? -insistí 
- No lo sabe. 
- Suerte... ¿Pero te ha vuelto a hablar o no? 
- Que no tía. Vio el mensaje y ya está. -cogió una caja caja y se dirigió hacia el salón. No me acabé de tragar eso, fui hacia Cheeto que cargaba una caja también.
- ¿Qué ha pasado con Mario? –miré a Tamara.
-Tamarah se quedó en mi casah ayeh, no me fiaba.
- Pero si me acaba de decir que no sabe dónde vive. –arqueé una ceja.
- Pueh no sé que decih, pero Mario llamó amenazandoh.
- Joder… De locos sueltos hay muchos.
- Sih, y nos han tocao doh. Esperoh que no le deh por hacer nah.
- Déjalo estar, otro gilipollas así lo único que se puede hacer es ignorarlo.
- Sip, pero iguarmenteh. Que a Tamarah no la va a tocah.
- Awww. –le dije enviándole una mirada. Empezó a reír. – Por cierto, no nos han tocado dos locos, nos han tocado muchos más. –miré a Mangel que estaba haciendo el tonto con un esprai, y Rubén había encontrado un gorro y también estaba haciendo el tonto.





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