jueves, 5 de diciembre de 2013

Capítulo 40

Sonreí  y solté alguna lágrima para mí. Mangel fue al baño a empapar la toalla de nuevo y me la volvió a colocar sobre la frente. Me lavó un poco la cara con una toallita, pasaba cuidadosamente por las mejillas hinchadas la toalla mientras me miraba fijamente a los ojos. Pasó sus finos dedos sobre mi cuello y lo examinó.
- Hijoh de puta… -susurró con rabia. Yamir casi me mata, me había dejado la marca de sus dedos en el cuello. Mangel colocó la toalla sobre mi cuello y solté un quejido, respiré hondo y Mangel me calmó. Luego se estiró junto a mí y me envolvió en sus brazos.
Dormí un rato y cuando desperté, ya bajaba la luz del sol. Me pregunto por qué no llegarían Tamara y Cheeto todavía. Me levanté con cuidado y me dirigí al salón cuando escuché voces. Miré por la puerta entreabierta y escuché con atención. ¿Había dicho alguna vez que era una cotilla? ¿Sí? Bueno, pues eso.
- Oye, que gracias por protegerla así. –dijo Laura.
- No es nada hombre, le podría haber pasado algo terrible, y paso. –dijo Rubén. – Aun que si no fuera por vosotros a saber lo que podría haber pasado… Así que gracias a vosotros también.
- Menudo gilipollas… Le reventaría las arterias vamos.
- Se merecía lo que le ha hecho Mangel y mucho más. En realidad estoy en deuda con Mangel, me ha salvado el pellejo de una muerte segura. –rió
- ¿Todavía te duele? –dijo Laura refiriéndose a su estomago.
- Ya no tanto, por suerte. –sonrió él.
- Mejor. –ella también sonrió. Se quedaron un rato callados, yo dudaba en salir o no. No quería joder nada, así que esperé. Empezaron a hablar sobre algo que yo no entendía bien, acerqué el oído a la puerta cuando noté que unas manos me cogían por la cintura, di un salto del susto y soplé.
- Mangel no tiene g… -me quedé paralizada al escuchar esa voz.
- Hola guapita. –Yamir.
Solté un grito de terror y me lancé al suelo, las manos desaparecieron de mi cintura, como si fueran las de un fantasma. Me quedé en el suelo paralizada con las manos entre la cabeza (Posición fetal, como dirían algunos) y empecé a gritar.
- ¡Déjame en paz, fuera! ¡Déjame! -Mangel se levantó rápidamente y se dirigió hacia mí.
- Eh, eh. Ya estah, tranquilah, no hay nadieh, estah bien. –me ayudó a levantarme y me envolvió en sus brazos, me sentó sobre su regazo en la cama –Ya ehta, ya. –siguió diciendo.
Rubius y Laura entraron por la puerta.
- ¿Qué ha pasado? –dijo Rubén acercándose a nosotros. Laura vino detrás.
- Lo he oído Mangel, lo he notado, me ha agarrado por la cintura joder. –dije nerviosa.
- Que no estah coñoh, que no volveráh a molestah, tranquilah. –me besó la cabeza. Rubius se agachó.
- Eh. –me hizo levantar la mirada. –Se acabó, no va a volver ese hijo de puta muyaya. –asentí. Se quedó un rato observándome y me hizo un gesto para que sonriera.



 Eso hice, me pellizcó la mejilla y luego miró a Mangel. – Gracias tío. –le sonrió.
- Tatái. –rió Mangel. -Págame 50 euroh. -dijo
- Si hombre, más te gustaría. Barcos y putas en otra ocasión. -dijo Rubius. 
- Barcos y putas nunca. -los miré a los dos con una ceja levantada. 
- Barcos y bitcheeeeees. -dijo Rubius tirandose encima de Mangel. -Tu no me impedirás eso. -dijo abrazando a Mangel como si fuera su oso de peluche.



- Si claro. -reí. 
Laura se agachó hacía mí.
- Déjalos con su retraso. -rió. -A ver ¿Tú no me habías enseñado a no tener miedo a nada? ¿No hicimos una clase de eso?  Pues que no te amargue la vida un simple hijo de puta, o ya me encargaré yo.
- Vale. –bufé mientras reía.
- Tendremos que irnos, en nada viene Cheeto. –a lo que Rubén dijo eso, llamaron al timbre. Fuimos hacía la puerta y Rubius abrió, se acercó a Cheeto.



- Trae el hielo pacá. –le dijo. Cheeto se lo dio y Rubius se lo lanzó a Mangel.
- ¿Ehtai preparaoh? –dijo Cheeto. - ¿Cómo te encuentrah  ______? –se giró hacia mí sin dejar que nadie respondiera.
- Mejor, mejor. –sonreí. Tamara vino hacia mí y me abrazó.
- Cuando vuelvas pa Madrid, party hard eh. –rió.
- Party hard. –repetí
- Enga. –se prepararon para marchar. Me despedí de todos.
- Y no sargáih a la calle eh, sobretodoh. –dijo Cheeto.
- Claro, y se quedan ahí como vampiros. –rió Tamara.
- Ehta no sale de aquí. –dijo Mangel. Le envié una mirada asesina. Se fueron todos y Mangel y yo nos sentamos en el sofá.  Colocó la bolsa de hielo sobre mis mejillas, se calmó un poco la cosa.

- Me tengo que duchar, estoy asquerosa dios. –dije.
-¿Y si vieneh tu madreh que se suponeh que soy yoh? –rió
- Tardará. –sonreí. –Tú si escuchas que viene te metes en mi cama y haces voz de chica.
- ¿Yo voh de chica? –se giró hacia mí.
- Pues… chica afónica. –reímos.
- ¿Seguroh que no necesitah ayudah pa ducharteh? –hizo una sonrisa torcida y miró mi brazo.
- No, marrano. –le sonreí y me metí en el baño, puse esta canción: Wrecking Ball (abraan en otra pestaña :3) Que me encantaba.
Me desvestí y me puse encima un albornoz mientras el agua se calentaba. Salí fuera del baño y me dirigí a la lavadora, metí la ropa dentro (sudadera incluida) y volví rápidamente hacia el baño, le envié una mirada a Mangel que estaba en el sofá y guiñó un ojo. Me dirigí al baño cuando me agarró de la cuerda del albornoz y se me descordó, me tapé rápidamente.
- ¡Mangel! –me giré y este río.
- Perdon, perdón. –sonrió. –Eh, tomah.  –cogió una bolsa de plástico y arremangó la manga de mi albornoz, la colocó en mi brazo escayolado haciendo un nudo. – Ale, ya ehta. 
- Vale doctor house. –reí. Me metí en la ducha con un brazo fuera y dejé que el agua cayera sobre mi cuerpo, hecho polvo por culpa de aquel hijo de puta. La cabeza todavía me dolía un poco, tenía un morado grande.  Y las mejillas estaban mejor, aun que seguía escociéndome toda la cara. Parecía un mono intentando enjabonarme bien la cabeza, me resultaba casi imposible con una sola mano. A ver si Mangel tenía razón y necesitaba ayuda.
- ¿Te vah bien? –dijo desde la puerta.
- Me voy saliendo. –mentí. Cerré los ojos por el champú, alguien me agarró del brazo que se encontraba por fuera. Pegué un grito todavía con jabón en los ojos y por poco no me mato. Pero él me sujetó.
- No me hagas esos sustos por favor. –dije nerviosa.
- ¿Te ayudoh o no? –dijo. Me lavé la cara para poder verlo. Me picaban los ojos.
- ¿Tu qué haces aquí dentro? –levanté una ceja.
- Veo que tardah demasiao. –sonrió.
- Anda si me acabo de meter. –empezó a sonar Gorilla. De Bruno Mars, estaba muy enamorada de esa canción, tanto como del chico que se encontraba ahora conmigo.

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