La miré extraña.
- Tía… - susurré agarrándola de las manos.
- Vamos –disimuló con una sonrisa, me dirigió hacia el
coche, la iba a parar, pero Mangel abrió la puerta del copiloto y se acercó
para abrazarla. Me quedé un momento quieta pensando. ¿Eso le había hecho Mario?
Interrumpieron mis pensamientos.
- ¡Venga muyaya! –dijo Rubén desde el coche. Entré y me
senté entre él y Tamara.
- ¡Dale caloh! –dijo Mangel subiendo el volumen de la
música. Los tres se pusieron a mover la cabeza al ritmo de la canción. Tamara
soltó una risa.
- Luego quiero hablar contigo. –le murmuré, ella asintió.
Cuando llegamos a la puerta de mi piso, Rubén, Cheeto y
Tamara fueron primero.
- ¿Y si loh metemos en el cubo de basurah? –propuso Cheeto
refiriéndose a nosotros.
- ¡Alaaaa! Una mierda me meto yo ahí. –reí.
- Yo tengoh una ideas. –arcó la ceja Mangel. – Vosotroh
tirad y que arguno despisteh a Laurah, apagáis la luh y entonceh nosotroh
entramos a escondías y le metemoh un susto que se caiga muertah. –sacó la
lengua.
- Venga. –Rubius hizo una sonrisa.
Llamó a la puerta y Mangel y yo nos escondimos detrás de la
puerta, sin que nos viera. Laura abrió.
- Bienvenidos a villa Laurel. –rió
- Una mierda envinagrá. –susurré riendo.
Cheeto me dio disimuladamente con el pie. Entraron todos y
el último que fue Cheeto dejo la puerta entreabierta. Me asomé sin que me
pudieran ver.
Rubén cogió a Laura por los hombros y se escondieron detrás
del sofá, entonces asomó la cabeza y guiñó un ojo hacia la puerta, donde
estábamos nosotros. –Hijo mío disimula un poco- pensé.
- Apagamos las luces y cuando vengan les metemos un susto. –dijo
Rubén.
- ¿A la vieja usanza no? Que típico. –dijo ella. Él le sacó
la lengua.
Cheeto se acercó de nuevo a la puerta.
- ¡Todos ar suelo! -dijo. –Que oigo pasoh. - me guiñó un ojo
y cerró la luz. Abrió rápidamente la puerta y Mangel y yo entramos, nos tiramos
al suelo. Estaba super oscuro, no se veía na de na. –Soy yo eh. –dijo Cheeto
casi tropezando conmigo. Rió y cerró la puerta.
Guié a Mangel hacia detrás del sofá, íbamos agachados. Nos
pusimos detrás del sofá donde se encontraban Laura y Rubén y di un toque a
Rubén, que se asustó un poco. Consiguió ver que era yo la que le estaba
haciendo signos para que saliera de ahí. Eso hizo, me coloqué al lado de Laura
como si fuera Rubius. Ella estaba riendo todo el rato.
Mangel y yo nos miramos (lo poco que se veía) y nos pusimos de acuerdo, cada uno se colocó
al lado de Laura. Ella seguía riendo pensando que estaba con Rubius. Yo reía
por dentro. Noté como Mangel me enviaba una mirada y entonces los dos le
susurramos cerca de la oreja.
- ¡Bu! – instantáneamente la agarramos de los brazos y soltó
un grito, por poco no me mete un puñetazo. Cheeto encendió la luz y Laura nos
miró.
- ¿Qué cojones? –rió abrazándome. Se giró hacia Mangel e hizo lo mismo. Tamara
salióde detrás de la puerta de la cocina y se acercó a nosotros. Miré hacia el
suelo y unas patitas ralladas se dirigían corriendo hacia mí.
- ¡Lou! –reí, fui a cogerlo cuando alguien lo hizo antes. – ¡Eh!
–le dije a Rubius que lo había cogido. Empezó a hacer el tonto con él.
- Oy mira que gordo estás, oy oy oy. - me acerqué a él para
sacarle a Lou de las manos pero se giró y me esquivó.
- Dame a mi gato. –lo perseguí. Laura se me adelantó y
apretó la barriga de Rubius, haciendo que Lou cayera al suelo, cayó de pie, por
suerte.
- Lo tengo dominado ya, no dejaba de cogerlo. –me dijo
Laura.
- Claro, alguien lo
tiene que sobar. –rió Rubius. Lo miré con cara asesina y cogí a Lou, empecé a
acariciar su cabeza, pesaba mucho más.
- Cuándo pille yo a tu gata te enterarás de lo que es tener
a un gato obeso de verdad. –le comenté arqueando una ceja. Mangel cogió a Lou e
hizo lo mismo que Rubius pero con más cuidado de no meneármelo y que se mareé
el pobre gato. Se sentó en el sofá y se lo puso sobre el regazo. Todos nos sentamos también.
- Buenos, cuentanoh como os ha ido. –dijo Cheeto acomodándose
al lado de Mangel, tocó la cabeza de Lou, que estaba entretenido con uno de los
cordones de la sudadera de Mangel.
- Pues bien, nada nuevo. –miré a Mangel nerviosa, y este
asintió con una mirada.
- ¿Y el Antonioh ese?
- ¡En la puta carceh! –rió Mangel.
- Ahí ahí. Se lo merecía, por hijo de puta. –rió Laura.
- ¿Os quedáis a comer? –les ofrecí. – ¿Habrás comprado
comida no? –le dije a Laura con una cara.
- ¿De qué te crees que me alimento yo? –me devolvió. Le
saqué la lengua.
- Venga Cheeto, a cocinar. –le dijo Rubius.
-¿Yo por quéh Antonioh? –puso cara de ofendido.
- Si ereh el que mejóh lo hace, enga tira pallá. –Mangel lo
empujó.
- Venga que me enseñas a hacer, spaguettis a la Cherra o
como se llame eso. –reí dándole un empujón.
Fuimos hacia la cocina y Cheeto se tiró de golpe contra el
lavadero.
- ¡¿Qué haces?! –exclamé riendo.
- ¡Anbooosiin! –dijo él.
- Anda, que te vas a matar. –reí levantándolo del suelo. Me fue
enseñando paso a paso como se cocinaban. Le saqué el tema de Tamara, aunque no
sé si tenía que hacerlo, pero confío en que Cheeto no dirá nada que no tenga
que decir.
- Oye. ¿Tú sabes que le ha pasado a Tamara? –le susurré.
- Pues… no. ¿Qué le pasah? ¿Tiene la reglah?
- Que va tonto. ¿No ves la mancha que tiene en la cara?
- Ah, se habrá quemao con la plancha.
- Claro, y la plancha le deja un morado ¿no? –me puse seria
- ¿Qué quieres decih con eso?
- Puede haber sido Mario…
- ¿Qué Marioh? –dijo. ¿De verdad que no sabía nada?
- Pues su… la verdad no sé si son novios o no… Pero me da
miedo que haya sido él.
- Ahora hablo con ellah.
- Déjalo, ya hablo yo.
- ¡Ya va cohoneh! –se desesperó Cheeto con el plato.
Acabamos de hacer los spaguettis y los llevamos a la mesa.
- A su gusto. –dijo Cheeto como si fuera un cheff. La verdad
es que nos salieron bastante buenos, al acabar de comer Rubius, Mangel y Cheeto
pusieron música de todo tipo. Laura me pidió permiso para acostarse.
- Hija, con este ruido no sé como dormirás.
- Ni que caiga una bomba nuclear me despierto. –rió
- Venga. –reí yo. – Ah por cierto, esa risa nerviosa solo se
hace en una ocasión eh. –la miré divertida.
- ¿Eh?
- Te creías que yo era Rubén eh. –le di con el codo.
- Anda ya. –se metió en la habitación.
- ¡No lo niegues! –grité desde la puerta. Ella rió desde
dentro.
Volví fuera donde los tres estaban bailando Ode To Oi. Cosa
de Mangel seguro. Y me dirigí al balcón donde estaba Tamara. Cheeto me envió
una mirada desde dentro.
- Buenas. –le sonreí.
- Holas. –devolvió la sonrisa.
- ¿Me vas a contar que es eso? –señalé su cara.
- No es nada. –se tocó la mejilla.
- Enserio tía. ¿Quién te ha hecho eso?
- Nadie.
La miré seria.
- Mario. – dijo ella.
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