Mangel me arrastró hasta la tienda de cámaras y alarmas,
creo que ya sé por dónde iba la cosa. Entramos acompañados de Loulogio y Mangel
se acercó al recibidor, el hombre que había se asustó y todo, de lo rápido que
se acercó Mangel a él.
- Necesitamoh las grabacionehde ayeh de esa cámarah. –señaló
la cámara de fuera, la misma con la que acababa de hacer el tonto hacía un
rato. Lou y yo nos mirarmos, aaaamigo.
- No podemos darle la grabación, no se nos tiene permitido.
Lo siento. – dijo el dependiente.
- Mirah. –dijo Mangel manteniendo la calma. –El otro díah
tuvo un accidente por curpa de un tío. –señaló mi brazo. – Y ayeh mismo, ese
tío por pocoh no la matah ahí. –señaló ahora la calle de delante.
- Yo lo siento mucho de verdad, pero no puedo.
- ¡Pero que la podría habeh matao! –dio un golpe sobre la
mesa histérico. Loulogio lo apartó y habló él.
- Mire, perdónele. Solo queremos tener las grabaciones de
ayer tarde para tener pruebas y denunciar. ¿Sabe usted? –dijo en tono que a mí
me pareció gracioso.
El dependiente (que se llamaba Marcos por cierto), miró a
Mangel de reojo y me miró luego a mí.
Loulogio hizo una cara de pena y yo solté una carcajada.
Marcos salió de detrás del mostrados y se dirigió a la
calle, abrió la cámara que había fuera y sacó una pequeña cinta.
- Ahora va a veh lo que es haceh er tonto de verdah.
–susurró Mangel. Yo solté una risa recordando como hacía el subnormal delante
de la cámara.
- Gracias Marcos. –dijo Loulogio con cierta gracia. Marcos nos
indicó que lo siguiéramos a una habitación en la parte de atrás del mostrador y
puso la cinta en una pequeña tele que había en el despacho. ¿Enserio existían
todavía los aparatos para poner cintas? Bueno, que puso la cinta y se empezó a
reproducir el vídeo, Marcos retrocedió bastante, hasta que se empezó a ver a
Mangel haciendo el tonto delante de la cámara, Marcos lo miró con una ceja
levantada.
- Déjalo con su retraso. –comenté. Marcos soltó una risa,
era joven, bueno. Unos 30 y pico años. Volvió a retroceder más hasta que se vio
algo de la pelea, pero hacía atrás. Pf, ojalá hubiera sido así. Que me hubiera
arreglado la cara en vez de destrozármela. Le dijéramos que parara el vídeo
ahí, salía Yamir delante del portal de mi casa, salía Laura, suerte que no se
nos veía a Mangel y a mí. Laura le dio la patada a Yamir. Marcos nos miró.
- Yo no sé quién es esa. –disimulé. Mangel adelantó el vídeo hasta que llegamos
Rubén y yo.
Salió la pelea entera, escalofríos recorrieron mi cuerpo
mientras recordaba lo asqueroso que era aquel tío. Mangel apretó los puños y
noté como se tensaban sus músculos.
- ¿Noh podemoh llevah la cinta? –dijo Mangel. Marcos lo
miró.
- Os puedo hacer cómo máximo una copia, pero no os puedo dar
esta.
- Valeh. Si puedeh empiezah a grabah desde que empieza la
pelea, por favoh. –dijo sacando un billete. Marcos nos miró con una ceja
levantada de nuevo y cedió. Esperamos un rato a que grabara el vídeo y nos
entregó un pequeño CD. Salimos de la
tienda.
- Coñoyah. –dijo Mangel. – Ahora pa la policía.
- Yo me tengo que ir zorras, tengo que preparar la maleta,
que mañana tengo actuación en Valencia. Que os vaya todo muy bien, ya me
contáis. –sonrió con su gran barba.
Mangel le dio un abrazo y acarició su barba. Loulogio rió y puso una cara de estupor como diría él.
Nos despedimos de él y volvimos corriendo a
casa. Mi amdre ya había llegado, estaba dispuesta a darlo todo para joder a ese
gilipollas.
- Hola hij… ¿Qué te ha pasado? -dijo mi madre fijándose en mi brazo ya que
llevaba la manga de la chaqueta subida.
- De eso te quería hablar Mamá. –puse el CD en la tele y me
senté en el sofá. Mi madre se sentó a un lado y Mangel al otro. – He estado en
el hospital Mamá. –la miré seria. Y ella todavía más.
- ¿Pero que me estás diciendo hija? –vaciló. Le señalé la
tele. Vio la pelea y abrió la boca. – ¡Pero bueno! ¿Ese tío quién es? –se puso
histérica.
- ¿Te acuerdas del chico que acompañó a los obreros y que
nos ayudó con los muebles? –asintió. –Ese.
- Ay madre mía. –se tapó la boca y vio como Mangel y los
demás me habían ayudado. - ¿Pero como no me dices nada?
- No te quería preocupar Mamá… -la abracé, se me cayeron las
lágrimas. Mangel puso sus manos alrededor de mi cintura y me dio un beso en la
mejilla.
- Pero ahora tenemoh pruebah. –dijo Mangel cogiendo el CD.
- Venga vamos a denunciar. –se adelantó mi madre.
- Pero comemos primero Mamá. Que tenemos mucha hambre. –me quejé.
Comimos rápidamente.
- Ya vamos nosotros Mamá. –dije cogiendo la mano de Mangel.
- De eso nada monada, le quiero decir yo unas cosas a ese
niñato. - sí, mi madre cuando se enfada, se enfada. – Venga venga. –dio palmadas
para que nos moviéramos. Mangel y yo nos miramos y reímos. Fuimos rápidamente a
la policía más cercana, mi madre habló con un policía y nos hicieron entrar en
un despacho. Allí nos sentamos en unas sillas que había detrás de la mesa dónde
se encontraban dos policías. Un hombre y una mujer.
Crucé las manos y jugué con mis dedos, parecía un
interrogatorio, y yo parecía la culpable de todo.
- Venimos a denunciar por agresión. –mi madre señaló mi
brazo. El policía miró a Mangel.
- ¡No, no! Él no ha
sido.
- ¿Nos deja hablar con ellos? –dijo el policía mirando a mi
madre. Ella salió del despacho, le explicamos a los policías todo lo ocurrido
desde la noche de la discoteca. Luego les dimos las pruebas, sospecharon un
poco al ver a Yamir tirado en el suelo cuando Rubén y yo lo fuimos a buscar,
pero por suerte luego dejaron pasar las sospechas al ver cómo me pegaba Yamir.
Cedieron en poner la denuncia.
Nos dirigimos con el coche a la empresa de mudanzas dónde
trabajaban. En la entrada había un almacén con dos camiones, contactamos con uno
de los hombres que nos había ayudado con los muebles, que se encontraba cambiando
la rueda del camión, al vernos se levantó y le limpió la cara negra con un
trapo.
- Hola, eh ¿Yamir? –dijo el policía.
- Ahora no está. –levantó una ceja el hombre. Estaba sudando
como un cerdo y su olor corporal se podía oler a metros, que asco. - ¿Por qué?
¿Ha hecho algo?
- ¿Nos puede decir dónde encontrarlo? –dijo la chica
policía.
- No soy el encargado, no tengo por qué deciros eso. –escusas
baratas, se lavó la cara con el trapo de nuevo.
- ¿Ese chico está autorizado para trabajar aquí? –preguntó de
nuevo la policía.
- Esta de pruebas –dijo el hombre.
- Mire –avanzó el policía –Solo necesitamos contactar con
él, si nos puede dar cualquier dirección donde pueda estar él. –el hombre lo
miró.
- Lo siento, no estoy autorizado. –repitió el “cerdo”.
- ¡Es importanteh! –intervino Mangel con tono molesto. -Es
sobre su amigoh.
- Yusif. –intervine yo ahora. Todos me miraron.
- En un rato vendrá, si podéis esperar. –bufó por fin el
hombre.
Fuimos a eserar un rato, mi madre empezó a cotillear con los
policías sobre accidentes que habían ocurrido, mejor, así si nos ponen multa ya
nos la pueden sacar ellos o algo. Siempre es bueno hacer buenas migas con los
policías. Me senté en la acera de la calle y miré hacia un lado de esta,
observando el sol que bañaba la carretera. Mangel se sentó a mi lado y agarró
mi mano, mi madre envió una mirada hacia nosotros. Yo reí.
- Ya se vah a cagah. –dijo él refiriéndose a Yamir. Lo miré,
tenía los ojos achinados por la luz del sol.
- Sí. –asentí. Miré mi escayola y me fije en las palabras
que Mangel había escrito sobre ella: “Somos
Boston” sonreí. Se podría decir que
soy de vista aguda, ya que tengo facilidad en ver lo que pasa a mí alrededor mientras
miro otra cosa. No sé si me entendéis, pero pude ver como Mangel sonreía
también. Se me quedó observando con un ojo medio cerrado, por el sol de nuevo, sabía que yo lo estaba viendo, empezó a bailar con los brazos y a mover la cabeza.
Levanté la mirada y reí, me fije en sus ojos y en sus perfectos labios,
le peiné un poco el pelo y luego…
Escuché un disparo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario