Seguía entre los brazos de Mangel, me alteré al escuchar un
grito ahogado que procedía de la calle. Un grito familiar, me levanté rápida y
cuidadosamente dejando a Mangel dormido en el sofá. Aparté las cortinas y la
imagen que vi no se me olvidará nunca. Yamir, había clavado un cuchillo en el
pecho de mi madre y la había dejado tirada en el suelo, muerta. Luego envió su
vista hacía la ventana donde yo me encontraba y esbozó una sonrisa victoriosa.
Abrí los ojos sobresaltada, estaba empapada en sudor y llena
de lágrimas en la cara. Miré a mi alrededor y solo se encontraba Mangel junto a
mí. Estábamos en el sofá, y en la puerta había alguien. Di un grito ahogado.
- Cariño, que soy yo. –dijo mi madre dirigiéndose a mí.
Soplé aliviada y me levanté cuidadosamente, me lancé a los
brazos de mi madre y ella sonrió.
- ¿Qué pasa? ¿Has tenido una pesadilla cariño? –bromeó
agachándose hacía mi.
- Mamá, tengo que contarte algo… -dije.
- Ahora tengo un poco de prisa para irme a trabajar. ¿Es muy
muy urgente?
- Eh… -pensé. Me daba miedo que saliera fuera, me daba miedo
que le pasara algo. Pero no la quería preocupar.
- Llegaré a la hora de comer, pero ahora es un pedido
importante. –sonrió.
- Entonces te lo cuento cuando vuelvas. –sonreí para ella.
Por dentro estaba aterrorizada.
- Nos vemos en un rato. –me dio un beso. La volví a abrazar
fuerte. –Eh cariño, que no me va a pasar nada. –rió.
- Lo sé… -suspiré. – Ten cuidado. –salió por la puerta. Me
apresuré a asomarme a la ventana, aun que me daba miedo presenciar la escena de
mi pesadilla. Ojalá no fuera un sueño premonitorio de esos, crucé los dedos y
por poco no rezo.
Mi madre cruzó la calle y me saludó con la mano desde ahí,
luego se metió en el coche y marchó. Gracias a dios. Bufé rendida y volví al
sofá con Mangel. ¿Qué hora sería? Era muy temprano, sobre las siete o así. Me volví
a estirar a su lado y suspiré de nuevo.
- ¿Ca pasao? –dijo levantando mi barbilla. Me dio un susto.
– Que no pasa na muhé, que te asustas por tó. –bromeó. Yo no dije nada, solo me
aferré a él. –Eh. –repitió. -¿Qué ta pasao Johnny?
- He tenido una pesadilla.
- Ay. –rió él. – Si no pasa nah muhé. –me dio un beso en la
cabeza.
- Mangel, tenemos que hacer algo.
- ¿Con queh?
- Con Yamir.
- A ese gilipollah que le den por er culo. Cómo lo vuerva a
vé por ahí se lía. –apretó el puño y la dentadura a la vez.
- Ya. ¿Pero qué pasa con mi madre? Sabe dónde vive… -hice
una pausa. –He soñado que Yamir la mataba Mangel, con un cuchillo.
Mangel chasqueó la lengua y bufó.
- ¿Y que podemoh haceh? ¿Comprarle a tu madre una casah?
- No lo sé Mangel… -resoplé.
- Tú no te preocupeh, se nos ocurrirá argo. De momento
duermeteh. –susurró acariciándome el pelo.
Lo miré a los ojos, y él pasó su mano cálida por mi mejilla, luego me
dio un beso en la frente. Volví a apoyar
mi cabeza contra su pecho y cerré los ojos. De pronto, todas esas pesadillas se
marcharon, con Mangel me sentía protegida. Me volví a dormir.
Cuando abrí los ojos de nuevo, ya entraba sol por la ventana
del balcón. Serían las diez más o menos. Estiré el cuerpo y después de vaguear
un rato miré el móvil, le envié un mensaje a mi madre.
– Ya hago yo la comida Mamá. –escribí. Para mi suerte vio el
mensaje.
– Vale cariño, compra tomate y algo de picar, hay macarrones
para hacer. –escribió ella. Mierda, ahora tenía que salir a comprar, perfecto.
Fui a la cocina y abrí el armario de los cereales y la bollería, cogí unas
galletas de chocolate que había por ahí, abrí el paquete y cogí un puñado,
luego volví a dejar la caja en su sitio, me fui a girar cuando sentí como me
cogían por la cintura.
- Traquilah, que soy yoh. -rió
- Te he dicho un millón de veces que no me hagas eso. –sonreí.
Me giré vagamente hacía él y le metí una galleta en la boca, casi me deja sin
dedos.
- Perdón, tengoh demasía hambreh. –sonrió.
- Y yo soy una buena comida eh. –sonreí yo.
- Hombreh, claros. –sacó la lengua.
Nos dimos un beso “de buenos días” como dirían algunos. Se
dispuso a seguir, pero me aparté de él.
- Tenemos que ir a comprar tomate. –dije metiéndome una
galleta en la boca.
- Si hombreh, como que tu saleh de aquí.
- Soy la que menos quiere salir. –levanté una ceja. – Pero
no me puedo quedar aquí atrapada todo el día.
- Buenos, pueh ahora vamoh. –sonrió robando una de mis
galletas.
- ¡Oye! –aparté la mano de golpe. Él me guiñó un ojo.
Me dirigí a mi habitación a vestirme y cuando salí estaba
con los brazos apoyados en la barandilla del balcón. Me acerqué por detrás y lo
empujé sujetando sus brazos, haciendo ver que se iba a caer. Pegó un salto y se
giró hacia mí, me miró con cara de asesino.
- ¿Qué? Ahora me toca a mi eh. –subí una ceja. Me acerqué a
él y le di un beso, me envolvió en sus brazos y me levantó. Yo solté una
carcajada, luego me frotó el pelo con la mano, dejándome despeinada. Le sonó el
móvil.
- ¿Ih? –dijo. – Oh, tomah. –me sonrió, fui a coger el móvil
pero apartó la mano, luego subió el brazo y yo no pude alcanzarlo, y mira que
soy alta, pero él mucho mas.
- ¡Eh!-exclamé. Le hice cosquillas y por poco el móvil no se
cae por el balcón. Se me aceleró el corazón. – Coñes. –le saqué la lengua y me
puse el móvil en la oreja.
- Pero bueno. ¿Qué tenéis montado ahí zorra?
- Nah, este que le va la marcha. –miré a Mangel con cara de
asesina.
- ¿Cómo va tó? –rió ella.
- Bien, de momento bien. Estamos pensando que hacer para
fastidiar al gilipollas ese.
- ¡Untarlo bien! –gritó Cheeto.
- Vaya, tienes aquí la reunión familiar. –reí.
- Si, estamos en casa del loco.
- ¿Cuál de todos? –reímos.
- El de los gorros hija. –dijo ella. Escuché gritar a Rubén
por teléfono, y luego a Tamara. – ¡Callaos coño! –rió Laura. – Bueno nena, que
eso, que ten cuidao. No te acerques a ese tío.
- Las distancias, las distancias. –reí
- Bueno, te dejo niña, llama si pasa algo eh.
- Por supuesto. –reí. Colgué y le devolví el móvil a Mangel.
- Prepárate para salir señor. –le sonreí.
- Si ya ehtoy vestío. –dijo.
- ¿Pero que vas a salir con estas pintas? -me lamí la yema del dedo y se lo pasé por
las mejillas. Cómo hacía mi madre. Luego con la mano le peiné el pelo. – Valeh,
Mamáh. –sonrió. Salimos a la calle agarrados de la mano y nos dirigimos al
supermercado más cercano, pasamos por la tienda de cámaras de seguridad y
alarmas y Mangel vio una de las cámaras y empezó a hacer caras delante de esta.
- Cómo eso salga en vídeo te van a clausurar. –reí. Mangel
sacó el dedo del medio a la cámara. Lo cogí de la mano.
-Anda venga. –reí. Luego pasamos por la papelería y
finalmente encontramos en supermercado. Entramos y compramos tomate y algunas
cosas para picar, volvimos hacía mi casa y en el portal del piso estaba Loulogio.
-¡Hombre zorras! –se acercó a nosotros. – Estaba en el
hospital, no me avisáis de nada. –puso una careta. – Estupor es lo que siento.
–rió
- Lo siento zorra. Tuvimos otro problema. –lo abracé.
- ¿Qué ha pasao ahora? –dijo él.
- El gilipollas, que nos volvió a pillar. –dije cabizbaja.
- ¿Qué dices? ¿Pero estáis bien o qué?
- Si, ahora ya sí. Aun que estamos pensando algo para
joderlo…
- Claro, no tenéis pruebas ni nada…
- ¡Pruebah! Tengo una ideah. –dijo Mangel agarrándome de la
mano y llevándome otra vez hacía atrás, Lou nos siguió.
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