viernes, 13 de diciembre de 2013

Capítulo 44





Cerré los ojos aterrorizada, no sabía qué, cómo, cuándo ni quien había hecho ese disparo. Tampoco quería saber a quién se lo habían hecho. Pero lo descubrí al escuchar un grito.  Mangel.





Abrí los ojos rápidamente y me abalancé sobre él, que reposaba en el suelo con la mano sobre el hombro, en la parte de la clavícula. No me interesaba lo que pasaba detrás de mí, o quién estaba haciendo que. Mi mundo ahora se centraba en Mangel, y solo Mangel. Quería ver si estaba bien.
- Mangel. ¡Mangel! –le di suave en la cara para que abriera los ojos y eso hizo, tenía la mirada a otro lado, no enfocaba bien todavía la vista. – Dime que estás bien, dime que sí, por favor. –dije sujetando sus mejillas, me caían las lágrimas. Tenía un poco de sangre en la mano con la que se sujetaba el brazo. Le aparté lentamente la mano y tenía un poco de sangre en el hombro, en la clavícula más o menos. La bala de donde provenía solo le había rozado, pero se había mareado del dolor, nada más.
- Está bien Mangel, solo te ha rozado, no te preocupes, te vas a poner bien. –apreté mi mano contra su brazo y soltó un gemido de dolor. -¿De acuerdo?
- Valeh. –bufó. Lo hice respirar hondo y miré hacia atrás para comprobar que a nadie le había pasado nada más. Mi madre venía corriendo, y sobre el capó del coche de la policía se encontraba Yamir, apoyado sobre este capó. Le estaban poniendo esposas, me miró con cierta cara de asesino. Me aterroricé y volví la vista a Mangel.
- ¿Estáis bien? ¿Está bien? ¿Cómo se encuentra? –dijo mi madre algo histérica.
- Bien Mamá, solo… solo le ha rozado el hueso de la clavícula, nada más. Está mareado, pero se pondrá bien. –dije sin dejar de mirar a Mangel.
- Vámonos de aquí ahora mismo. –dijo mi madre ayudándome a levantar a Mangel. Mi madre habló con la policía mientras yo me quedé en el coche con Mangel, nos sentamos en la parte de atrás, apoyó su cabeza sobre mi hombro y yo miré por la ventana, observé a Yamir, que se encontraba en los asientos de atrás del coche de policía, me miró e hizo una sonrisa. Yo sin pensarlo le saqué el dedo del medio. Y con los labios pero sin hablar pronuncié: “Que te jodan, hijo de puta”. Aun que a saber si lo pilló, por qué con el nivel de retraso que tiene quién sabe. Hizo una risa y yo volví la vista a Mangel para no verlo a él. Se había calmado un poco.
- ¡Cómo pilleh a ese hijoh de puta lo mato! –dijo soltando un grito de dolor. Lo calmé, mi madre corrió hacía el coche y fuimos rápidamente hacía el médico más cercano.  Estubieron haciendo de todo con la herida de Mangel mientras yo me quedaba en la sala de espera pensando. ¿Por qué dispararía Yamir sabiendo que estaba la policía con nosotros? ¿Quién comete tal tontería?
Cuando Mangel salió, llevaba un esparadrapo sobre la clavícula, se veía mucho mejor. Nos dirigimos al coche de mi madre.
-Mamá, tu déjanos en comisaría y vete a trabajar.
- ¿Para qué quieres ir tu ahora? Déjate de tonterías. Tienes que preparar la maleta para salir mañana.
- Que sí Mamá, necesito saber algo. –insistí.
Finalmente cedió.
- Os espero aquí, tengo que hacer unas llamadas, no tardéis. –dijo aparcando el coche.
Fuimos hacía la puerta de comisaria donde estaba el coche donde se habían llevado a Yamir, y su asquerosa sonrisa de mierda.
- Nunca en mi vida había tenido tanto asco por alguien, NUNCA. –comenté subiendo el tono en el último Nunca.
- Dimeloh a mí. –bufó. Entramos en el local donde estaba la chica policía, vio a Mangel y se acercó a nosotros.
- ¿Estás mejor? –rozó el hombro de Mangel, este sonrió.
- Sih, sih.
- ¿Por qué disparo sabiendo que estabais vosotros delante?  No le veo el sentido. –comenté a la policía.
- Pues verás, esto no creo que te haga mucha gracia. –se acercó a su escritorio y sacó un documento de una tarjeta. – Este tal Yamir, no es el primer delito que comete. –me entregó el documento. Salía una foto de Yamir donde ponía:
Yamir Chadid.
25 años. 
Y otros muchos datos sobre los delitos que había producido.
- Lo gracioso de todo esto es que Chadid significa violento. –comentó ella. 
Suspiré mientras leía el documento, no sé si podía hacerlo, pero rápidamente lo miré por encima: “robatorio, agresión, fuga y… asesinato”.
- ¿Qué vais a hacer con él? – pregunté sin rodeos.
- Hombre, pues… -hizo una pausa y pensó algo – encerrarlo durante toda su vida. No sé cómo se lo había hecho para escapar de aquí, pero lo seguro es que no lo volverá a hacer. –sonrió.  Bufé de nuevo.
- Vale. Gracias por todo.  –nos despedimos y salimos fuera.
- Me quiero ir ya a casa. –Soplé - estoy muy estresada.
- Si…
 Estaba cansada, estresada, me arde la cabeza de pensar. De pensar lo que podría haber pasado si Yamir hubiera tenido mejor puntería, de lo que yo habría hecho si esa bala hubiera tocado a Mangel… No quería jugármela más en nada, sé que estaba encerrado y no escaparía, y aunque yo estuviera en Madrid y Yamir en Barcelona, el peligro no se acaba nunca.
Tenía que pensar en lo mejor para todos.

Nos metimos en el coche y mi madre nos llevó a casa sin decir pregunta. Nos fuimos directos a dormir, el sueño nos podía. Cenamos ligero y ayudé a Mangel a acostarse en el sofá, mi madre se fue a dormir y me quedé a oscuras agachada de cuclillas al lado de Mangel. Peiné su pelo despeinado  rocé muy delicadamente la herida que tenía sobre el pecho desnudo. Tenía que dormir sin camiseta y con una manta por encima del pecho para que la herida pudiera respirar.
- Mangel… -susurré. Él asintió. – Esto no puede seguir así…
- ¿Qué quiereh decih con eso?
- Imagínate que esa bala te hubiera dado, es que en mi puta vida me hubiera perdonado eso…
- No eh curpa tuya que un asesino casi te mateh, sabeh.
- Lo sé, pero muchas cosas fueron culpa mía. Ir con Rubén a “ayudarlo” –hice comillas con los dedos. – Insistir en denunciarlo… todo.
- Noh… -bufó poniéndose la mano sobre la cabeza.
- No Mangel, no me da la gana que estés en peligro por mi culpa.
- Pero que ahora ya no pasah nah, ha pasao to ya. –sacó su mano de la cabeza.
- Ya, pero podría haber pasado.
- Podríah, pero ya ehta. Ya no lo vamoh a ver mah.

- No sé Mangel, tengo que pensármelo todo… -pasé mi mano por mis ojos y los froté.  –Déjame que… duerma un poco y mañana lo hablamos todo. Él bufó pero insistió, me acerqué y le di un pequeño beso, luego marché a mi habitación. 



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