Cerré los ojos aterrorizada, no
sabía qué, cómo, cuándo ni quien había hecho ese disparo. Tampoco quería saber
a quién se lo habían hecho. Pero lo descubrí al escuchar un grito. Mangel.
Abrí los ojos rápidamente y me
abalancé sobre él, que reposaba en el suelo con la mano sobre el hombro, en la
parte de la clavícula. No me interesaba lo que pasaba detrás de mí, o quién
estaba haciendo que. Mi mundo ahora se centraba en Mangel, y solo Mangel.
Quería ver si estaba bien.
- Mangel. ¡Mangel! –le di suave en la cara para que abriera los
ojos y eso hizo, tenía la mirada a otro lado, no enfocaba bien todavía la
vista. – Dime que estás bien, dime que sí, por favor. –dije sujetando sus
mejillas, me caían las lágrimas. Tenía un poco de sangre en la mano con la que
se sujetaba el brazo. Le aparté lentamente la mano y tenía un poco de sangre en
el hombro, en la clavícula más o menos. La bala de donde provenía solo le había
rozado, pero se había mareado del dolor, nada más.
- Está bien Mangel, solo te ha
rozado, no te preocupes, te vas a poner bien. –apreté mi mano contra su brazo y
soltó un gemido de dolor. -¿De acuerdo?
- Valeh. –bufó. Lo hice respirar
hondo y miré hacia atrás para comprobar que a nadie le había pasado nada más.
Mi madre venía corriendo, y sobre el capó del coche de la policía se encontraba
Yamir, apoyado sobre este capó. Le estaban poniendo esposas, me miró con cierta
cara de asesino. Me aterroricé y volví la vista a Mangel.
- ¿Estáis bien? ¿Está bien? ¿Cómo
se encuentra? –dijo mi madre algo histérica.
- Bien Mamá, solo… solo le ha
rozado el hueso de la clavícula, nada más. Está mareado, pero se pondrá bien.
–dije sin dejar de mirar a Mangel.
- Vámonos de aquí ahora mismo. –dijo
mi madre ayudándome a levantar a Mangel. Mi madre habló con la policía mientras
yo me quedé en el coche con Mangel, nos sentamos en la parte de atrás, apoyó su
cabeza sobre mi hombro y yo miré por la ventana, observé a Yamir, que se
encontraba en los asientos de atrás del coche de policía, me miró e hizo una
sonrisa. Yo sin pensarlo le saqué el dedo del medio. Y con los labios pero sin
hablar pronuncié: “Que te jodan, hijo de puta”. Aun que a saber si lo pilló,
por qué con el nivel de retraso que tiene quién sabe. Hizo una risa y yo volví
la vista a Mangel para no verlo a él. Se había calmado un poco.
- ¡Cómo pilleh a ese hijoh de
puta lo mato! –dijo soltando un grito de dolor. Lo calmé, mi madre corrió hacía
el coche y fuimos rápidamente hacía el médico más cercano. Estubieron haciendo de todo con la herida de
Mangel mientras yo me quedaba en la sala de espera pensando. ¿Por qué
dispararía Yamir sabiendo que estaba la policía con nosotros? ¿Quién comete tal
tontería?
Cuando Mangel salió, llevaba un
esparadrapo sobre la clavícula, se veía mucho mejor. Nos dirigimos al coche de
mi madre.
-Mamá, tu déjanos en comisaría y
vete a trabajar.
- ¿Para qué quieres ir tu ahora?
Déjate de tonterías. Tienes que preparar la maleta para salir mañana.
- Que sí Mamá, necesito saber
algo. –insistí.
Finalmente cedió.
- Os espero aquí, tengo que hacer
unas llamadas, no tardéis. –dijo aparcando el coche.
Fuimos hacía la puerta de
comisaria donde estaba el coche donde se habían llevado a Yamir, y su asquerosa
sonrisa de mierda.
- Nunca en mi vida había tenido
tanto asco por alguien, NUNCA. –comenté subiendo el tono en el último Nunca.
- Dimeloh a mí. –bufó. Entramos
en el local donde estaba la chica policía, vio a Mangel y se acercó a nosotros.
- ¿Estás mejor? –rozó el hombro
de Mangel, este sonrió.
- Sih, sih.
- ¿Por qué disparo sabiendo que estabais
vosotros delante? No le veo el sentido. –comenté
a la policía.
- Pues verás, esto no creo que te
haga mucha gracia. –se acercó a su escritorio y sacó un documento de una
tarjeta. – Este tal Yamir, no es el primer delito que comete. –me entregó el
documento. Salía una foto de Yamir donde ponía:
Yamir Chadid.
25 años.
Y otros muchos datos sobre los
delitos que había producido.
- Lo gracioso de todo esto es que
Chadid significa violento. –comentó ella.
Suspiré mientras leía el
documento, no sé si podía hacerlo, pero rápidamente lo miré por encima: “robatorio,
agresión, fuga y… asesinato”.
- ¿Qué vais a hacer con él? –
pregunté sin rodeos.
- Hombre, pues… -hizo una pausa y
pensó algo – encerrarlo durante toda su vida. No sé cómo se lo había hecho para
escapar de aquí, pero lo seguro es que no lo volverá a hacer. –sonrió. Bufé de nuevo.
- Vale. Gracias por todo. –nos despedimos y salimos fuera.
- Me quiero ir ya a casa. –Soplé -
estoy muy estresada.
- Si…
Estaba cansada, estresada, me arde la cabeza
de pensar. De pensar lo que podría haber pasado si Yamir hubiera tenido mejor
puntería, de lo que yo habría hecho si esa bala hubiera tocado a Mangel… No
quería jugármela más en nada, sé que estaba encerrado y no escaparía, y aunque
yo estuviera en Madrid y Yamir en Barcelona, el peligro no se acaba nunca.
Tenía que pensar en lo mejor para
todos.
Nos metimos en el coche y mi
madre nos llevó a casa sin decir pregunta. Nos fuimos directos a dormir, el
sueño nos podía. Cenamos ligero y ayudé a Mangel a acostarse en el sofá, mi
madre se fue a dormir y me quedé a oscuras agachada de cuclillas al lado de
Mangel. Peiné su pelo despeinado rocé
muy delicadamente la herida que tenía sobre el pecho desnudo. Tenía que dormir
sin camiseta y con una manta por encima del pecho para que la herida pudiera
respirar.
- Mangel… -susurré. Él asintió. –
Esto no puede seguir así…
- ¿Qué quiereh decih con eso?
- Imagínate que esa bala te
hubiera dado, es que en mi puta vida me hubiera perdonado eso…
- No eh curpa tuya que un asesino
casi te mateh, sabeh.
- Lo sé, pero muchas cosas fueron
culpa mía. Ir con Rubén a “ayudarlo” –hice comillas con los dedos. – Insistir en
denunciarlo… todo.
- Noh… -bufó poniéndose la mano
sobre la cabeza.
- No Mangel, no me da la gana que
estés en peligro por mi culpa.
- Pero que ahora ya no pasah nah,
ha pasao to ya. –sacó su mano de la cabeza.
- Ya, pero podría haber pasado.
- Podríah, pero ya ehta. Ya no lo
vamoh a ver mah.
- No sé Mangel, tengo que pensármelo
todo… -pasé mi mano por mis ojos y los froté.
–Déjame que… duerma un poco y mañana lo hablamos todo. Él bufó pero
insistió, me acerqué y le di un pequeño beso, luego marché a mi habitación.
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