miércoles, 13 de noviembre de 2013

Capítulo 27

Sonó mi odiosa alarma a las 6:30 de la mañana. Sí, que puto asco madrugar. Me desperté y Lou estaba durmiendo conmigo, se debería colar ayer por la noche. Lo raro es que no lo sintiera, porque siempre que duerme conmigo me muerde, me hace cosquillas en la cara con los bigotes o me la lía. Llamé a Mangel y quedamos en la estación en media hora.
Me vestí rápidamente y desperté a Laura, desayunamos algo y mi madre nos vino a buscar. Por cierto, mi hermana Tania, vendría la semana que viene. Cuándo yo me fuera.
Le di las llaves del piso a Laura.
- Hazte una copia. –nos sonreímos.
Llegamos a la estación y todavía faltaba bastante para que saliera el AVE. Mi madre fue a tomar algo y comprar los tickets. Me quedé con Laura fuera en la entrada, fui a abrir el móvil para enviarle un mensaje a Mangel cuando noté que me cubrían los ojos por detrás. Me giré sobresaltada. Mangel, Rubius y Cheeto.
- Hombre los tres mosqueteros. –sonreí
Cheeto hizo el subnormal e hizo ver que se ponía a llorar, se acercó a mí y me abrazo.
- Ay, ay, ay que te via echa mucho de menoh, ay. –dijo sobándome.
- Anda anda Antonio. Si es una semana. –sonreí
- Estaba imitando el pensamiento de Mangel. –rió Cheeto enviando una mirada a Mangel. Este chasqueó la lengua como forma de ignorancia.
Me fijé en Rubius y Laura, tenían los dos una cara de zombie increíble.
- ¿Cómo os va por el inframundo zombies? –reí. Ellos asintieron con la vagancia más grande del mundo, y mira que yo soy vaga, pero eso ya era demasiado.
- Si eh que se pasan er dia durmiendo y ya se convierte en costumbre. –rió Mangel. Me fijé en que llevaba una cartera colgada de la espalda.
- ¿Y eso? –reí
- Oh. –se sacó la cartera y la abrió dentro estaba la sudadera… de Boston. Me la entregó.
- Un momeeento. ¿Eso no debería de estar en mi lavadora?
- Le dije a Laura que la cogiera de tu casa. –sonrió mirando a Laura. Esta seguía medio dormida.
- Me loh voy  a llevah a que se tomen un café o argo. –dijo Cheeto llevándose a Rubius y Laura. Bien, gracias.
Olí la sudadera  y seguía haciendo el olor a Mangel que tanto me gustaba. Me la coloqué encima, Mangel y yo nos abrazamos.
- ¿Y qué vas a hacer estos días? –dije separándome de él.
- Pueh no mucha cosah, editar vídeos y to eso. –sonrió. – ¿Y usté?
- Pues estaré ayudando a mi madre con las mudanzas todo el día, y seguramente mí madre me obligue a ir a comer con ella por ahí.
- Madres. –dijimos a la vez. Reímos y nos quedamos un rato mirando cómo salía y entraba la gente a la estación.
- Oye, sobre lo que teniamoh que hablar… -dijo girando la mirada hacia mí.
- Déjalo, cuando venga lo hablamos mejor. Que no quiero estar toda la semana atormentada. –le sonreí.
- Si mehó. –dijo él. – ¿Oh y si pasa argo me llamah eh? –puso una cara divertida y bailó.


- Claro que sí papi. Como no voy a estar con mi madre todo el día me van a pasar muchas cosas. –Rió. Miré hacia dentro de la estación y vi a mi madre comprando ya  el billete. Me volví a girar hacia Mangel y apoyé mi frente contra su mejilla él giró la cabeza y me dio un beso en la frente. Comenzó a bajar, me dio un beso húmedo en la nariz mientras con la suya acariciaba mi frente, y luego bajó sus labios hacia los míos y con la nariz acarició mi nariz. Nos dimos un beso largo y cuando nos separamos nos miramos y sonreímos.
Mi madre salió por la puerta y se dirigió a mí, me entregó el billete.
- Date prisa cariño, que en quince minutos salimos. –dijo, se dirigió a un banco y se sentó allí. Cheeto y los demás también salieron por la puerta. Les señalé el billete y Cheeto fue el primero en venir hacia mí mientras decía “Oooooooh”.
- Que dramático que eres eh. –le sonreí dándole un pellizco en la mejilla.
Laura, que parecía ahora más despierta vino hacia mí y nos abrazamos.
- Cualquier cosa ya sabes. –me guiñó un ojo.
- Ya se, ya. –le sonreí. Me dirigí a Rubén y él me sonrió.
- Eso siempre. –le señalé la boca refiriéndome a su sonrisa  – O si no te pongo pinzas.
- Lo mismo te digo muyaya. –volvió a sonreír. Nos abrazamos.
Me volví hacia Mangel. Los demás se apartaron en señal de “dejad un momento de intimidad” que jodidos que son. Mangel  me envolvió en sus brazos, nos habríamos besado, pero ninguno de los dos teníamos la intención ahí delante.

Me despedí bien de todos y me dirigí al tren con mi madre, nos sentamos en las butacas y me puse la música mientras  observaba por la ventana.

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