Veía un bosque, se respiraba bien sí, salía de detrás de un
árbol y se acercaba a mí. Estaba a punto de llegar. Desperté en una sala muy
rara, me recordaba a algo. Cuando era pequeña me rompí un brazo, y recuerdo que
me operaron dos veces, y esas dos veces desperté en una sala parecida a esa.
Examiné mi cuerpo con la mirada y no tenía nada de extraño, salvo una escayola
en el antebrazo. Cuando era pequeña me la pusieron hasta el codo, donde me
operaron. Pero esta vez no había operación.
Me quedé mirando al techo, resaltado de color verde por las
cortinas que se reflejaban. La luz blanca me cegaba. Podía notarlos a mi lado, a los dos. Mangel
me agarraba una mano y mi padre la otra, el que había visto en el sueño. Lo
notaba. Levanté la cabeza (que lo que era la venda que me ocupaba toda la
cabeza ahora era un esparadrapo más pequeño) y me miré las manos y moví los
dedos de una, el otro brazo estaba algo dormido.
- ¿Ya estás despierta cariño? Vaya golpe el tuyo. –entró por
la puerta una enfermera, como todas, me trataba como si fuera su hija o algo
así. La dejé hablar mientras me llevaba con la camilla a mi habitación supongo.
Me llevó por el pasillo hasta la puerta de la habitación, abrió la puerta y
Loulogio, Cheeto, Tamara y Laura se acercaron a mí como balas, les sonreí.
- Anda que ya te vale. –dijo Laura.
- No estás para esto, pedazo de tonta- dijo ahora Tamara.
- Cuándo esté mejor le dais esto.- dijo la enfermera
señalando un yogurt y unas galletas que había sobre la mesita. Asintieron y se
fue.
- ¿Dónde están? –dije algo dormida.
- Eh… se han idoh a comprah nosequeh. –dijo Cheeto. Eso no
me lo creo ni yo, Mangel se habría quedado hasta que viera que estaba bien
seguro. Con el brazo libre busqué en la mesita mi móvil y no estaba.
- Cheeto, dime la verdad. –la miré seria.
- Han ido a hablar con el paki. –dijo Loulogio. Cheeto le
hizo una mirada asesina.
- ¡Pero tioh!
Intenté levantarme rápidamente pero no me mantenía en pie,
puta sedación de mierda. Laura y Tamara me sujetaron.
- ¿Pero estáis tontos o qué? ¡Es un paki joder! Puede ir
armado o algo. –me removí en la cama y Cheeto me sujetó las manos.
- Tranquilah _____, no lo van a pegah.
- Que te lo crees Cheeto, que no soy tonta. ¿Cómo quieres
que hayan ido a “hablar”? –hice las comillas con la mano libre.
Cheeto calló.
- ¿Eh Cheeto? –lo miré y tendí mi mano para que me entregara
su móvil. Tamara miró a Cheeto y el cogió el móvil y me lo dio. – Gracias. –dije
sin parecer muy borde.
- Yo avisé… -dijo Tamara. Marqué el número de Mangel y lo
cogió rápidamente.
- ¿Qué quiereh Cheeto? –dijo él en la otra línea.
- ¿Mangel qué coño estás haciendo?
- ¿______? Te juroh que me voy a encargáh yo de ese mierdah.
- ¡No Mangel! Joder, que ese puede ir armado y todo, que
paso de que hayan más heridos aquí.
- ¡Que no me da la ganah coño! Que por su curpa mira donde
estah. Que ta hecho daño tanto a ti como a mí.
- Mangel por favor, para. Me estás haciendo sufrir. Si no
quieres hacerme daño ven ahora mismo. –escuché como resoplaba.
- Pero ehtoy con Rubiuh y Auron. Que no va a pasah nah.
- Me da igual, más razones para sufrir. –dije seria.
- Jodeh _____, mira donde estah por su curpa. –dijo por la
otra línea.
- Mangel. –lo escuché resoplar de nuevo, enfadado. – Te lo
estoy pidiendo. –insistí.
- Valeh… -volvió a soplar.
- Promételo.
- Te lo prometoh _______, te lo prometoh.
- Gracias Mangel. –hice una pausa y cómo un impulso solté. –Te
quiero.
- Y yo… lo sabeh. –dijo él. Bufó por última vez y colgó. Hice
lo mismo y volví la mirada a todos.
-¿Y mi madre? –pregunté.
- Le envié un mensaje de tu parte diciendo que me habías
encontrado en la discoteca y que te venías a dormir a mi casa. Hasta le envié
una foto nuestra, parece que se lo creyó. –dijo Tamara. – Ya te taparemos eso. –dijo
señalando mi brazo.
- Gracias tía. –le sonreí.
Luego me comí el yogurt, o me lo dieron de comer más bien.
Le lancé una a Cheeto al aire y la cogió con la boca. Todos me hicieron reír un
buen rato. De pronto alguien entró por la puerta. Rubius se estaba mordiendo
con nerviosismo el labio.
- ¿Y Mangel? –dije des de la camilla.
- Hombre muyaya, estás despierta. –se acercó a mí y puso su
mano detrás de mi nuca.
- Rubén. ¿Dónde está Mangel? –dije apartando y cogiendo su
mano.
- Ahora vendrá. –me sonrió y se mordió las uñas. Aquí pasaba
algo, yo me las trago todas, no soy tonta.
- Rubén, enserio. –Rubius miró hacia la puerta y Mangel
entró por esta, con una mano sobre la cabeza. Me miró y escondió su mano detrás
de su espalda, se la frotaba contra la otra.
- Holah. –se acercó a mí y me dio un abrazo, no lo rechacé,
le acaricié la cabeza y soltó un quejido silencioso, pero yo lo pude escuchar.
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