jueves, 28 de noviembre de 2013

Capítulo 36

Lo miré con los ojos llenos de lágrimas y bajé la mirada.
- Me lo has prometido. –dije seria
Todos salieron de la habitación y nos dejaron a los dos, se sentó en la camilla.
- Tenía que hacerloh.
- ¿Por qué motivo? –vacilé.
- Mira onde estah por su puta curpa ______. Podríah haberte quedao peor jodeh, ademáh no sabe quién soy. –soplé rendida.
- ¿Pero cómo lo has encontrado? ¿Y qué coño te ha hecho? –agaché la cabeza de Mangel y examiné su herida.
- En er movis salía su localización y me dijeron que era er de la mudanzah. Solo le di una veh y me fui, ya ehta.  –me quedé callada. – Podria haberme quedao ahí y no huir como una mierdah, pero no lo hice por ti, entiende que se lo merecíah.




- ¿Y eso? –le acaricié la cabeza con cuidado.
- Me lanzó algo mientrah salía corriendoh, no sé que cohoneh era.
- No quiero saber nada de ese hijo de puta. –soplé. Saqué unas toallitas e hice a Mangel agachar la cabeza y despacio le limpié la sangre de la cabeza. Tenía una herida grande. 
- Lo sientoh. –levantó la cabeza y me miró a los ojos. – Pero sabeh qu.. –lo hice callar, me sonrió.


- Tranquilo, pero no me lo vuelvas a hacer. –lo miré.
- A no seh que sea por tu bien. –levantó la mirada e hizo una cara picarona.
- A no ser que nada. –puse la mirada seria.
- Cabezonah. –me dio un beso en la mejilla.
Laura asomó la cabeza por la puerta y al ver que ya estábamos calmados entró, se despidieron de nosotros todos.  
- ¿Seguro que no quieres que nos quedemos? –dijo Laura junto a Tamara.
- Que noh, que ya la cuidoh yo. Fuerita de acá. –rió Mangel.
Salieron las dos por la puerta y Mangel se volvió a estirar conmigo.
- ¿Te molehto aquí o me pongo en el sillón?
- ¿Qué pregunta es esa? –reí. Mangel se acomodó y reposé mi cabeza sobre su pecho. Dormí con el brazo reposando sobre una almohada. Mangel apagó las luces y volvió la vista a mí. Esbozamos una sonrisa el uno a otro.
- Oyeh. –dijo.
- Dime. -asentí
- ¿Tu sabeh que yo te quiero?
- ¿Tu sabes que yo también?
- ¿Pero tu sabeh que yo de verdah?
- ¿Y tú que yo también? –abrió un poco los ojos y su sonrisa se hizo más grande.
- Entonceh… ¿Ya hemoh hablao sobre lo que teniamoh que hablah?
- Sipes. –volvimos a mirarnos. –Aunque… ¿No había otro momento?
- ¿Por queh? –rió
- Porqué estoy aquí como una paralítica y no puedo comerte ahora mismo–me quejé.
- Que mah da. –se inclinó hacia mi hasta quedarse a centímetros, me hizo un “zasca” como se diría. Se acercó para besarme pero no lo hizo, paró al milímetro y rió ante mi gesto.
- Tengo cabeza y la puedo levantar. –dije divertida, levanté la cabeza y lo besé. Fue un beso intenso, cómo uno de los primeros que le di. Cuando estábamos en el sofá de mi casa, notaba su calidez en mí. Se levantó un poco y apoyó su brazo en la cama. Sentí un pinchazo en el mío.
-¡Aish! –me quejé. Mangel acarició mi brazo y me envolvió en los suyos. Por la ventana entraba la luz de la luna que se reflejaba en nuestra cara, me fijé en la silueta que hacían sus labios, no pude resistirme a besarlos de nuevo. Mangel sonrió.
- Buenas noches tigre. –sonreí
- Buenah nosheh cebra… -me estiré y noté como me observaba. Me giré hacia él.
- ¿Te gusta verme dormir Edward Cullen? –reímos.
- ¿Por queh me obligahte a ir a verlah? –puso una cara.
- Si te encantó. No mientas.
- ¿Qué hiceh? Estaba más pendiente de ti que de la películah. –sonrió
- Arg. Pues yo estaba más pendiente de Edward y Jacob que de nah. –lo imité.
- Ala, que marvada. –puso una cara triste y se levantó de la cama para irse.
- Era broma mujer. –le tiré de la manga y volvió hacia mí, se estiró y empezó a reír. –Prefiero mil veces un Mangel que un Jacob. Tonto. –sonreí. –Aunque Jacob tampoco se pasa de la perfección eh… -hice una cara divertida.
- Oish lo que ma disho. –me mordió la mejilla cuidadosamente y solté una carcajada.
- Pásame la bolsa anda. –le señalé mi bolsa. Me la dio y saqué la sudadera.
- ¿A la discotecah la has llevao?
- A tos laos. I need your fragrance baby. –reí
- Cuando tu quierah te la doy, pero tendrás que estar conmigo pa olerme bien. –rió. Me recosté sobre su pecho de nuevo y olí su camiseta, soltó una risa. –Estah loca.
- Eh, que los locos molamos.

- Tiene usté rason. –rió por última vez y me besó la cabeza, luego nos dormimos.

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