domingo, 6 de octubre de 2013

Capítulo 1

Me sentía mal, muy mal. Por una vez en mi vida deseaba no estar viva. Cuando pierdes a alguien lo único que se te viene a la cabeza es ese alguien.  Me decidí por llamar a esa persona, con la que hacía siglos que no me hablaba, pero que ahora necesitaba cerca. Ya que mis “amigos de verdad” me habían fallado y mi mejor amiga se encontraba lejos.
- ¿Digah? –sonó su voz ronca.
- ¿Mangel?
- ¿_____?
- Si, soy yo. –sonreí al móvil.
- ¿Cómo estáh? –el ya lo sabía.
- ¿Puedo verte? Sé que hace mucho que no hablamos ni nos vemos, pero te necesito.
- Por supuestoh. ¿Te vieneh a comer?
- Venga.  –colgué el móvil. Me puse una camiseta de manga corta, aun que estuviéramos en otoño hacía algo de calor.
Salí fuera, parecía que iba a llover, pero seguía haciendo calor. Nunca me arrepentiré de haberme puesto la camiseta solo. Empecé a andar hacía casa de Mangel. Llegué deltante de su portal y llamé al piso donde era.
- ¿Quién es? –dijo otra voz.
- Rubén. –sonreí. -¿Te suena mi voz?
- Claro que si muyaya, te abro. –entré por la puerta y subí por el ascensor, no tenía ganas de nada. Me miré en el espejo, no me había maquillado ya que sabía que iba a llorar bastante.
Salí por la puerta del ascensor y en la puerta del piso estaba Rubén, o Rubius, como lo llaman todos.  Ese chico de pelo castaño, de alta estatura, de ojos verdes y sonrisa torcida que tanto me gusta. Llevaba la gorra de Creeper, como muchas veces, pero esta vez no llevaba la chaqueta a cuadros de siempre, si no otra sudadera gris DC. Se adelantó a mí con una amplia sonrisa y me abrazó fuerte, perfecto. Es lo que necesitaba.



- Mangel me ha dicho que venías. –me sonrió. –Te echaba de menos. 
- Y yo a ti. –me cedió el paso a su casa. Seguía casi igual que siempre. Sí, siempre miro todos sus vídeos y me encantan, aun que para mí son amigos, no los idolatro ni nada.
Entre y me fije en Raspberry, sí que ha crecido, está enorme. Rubius la cogió en brazos y me la acercó a la cara. Le toqué la cabeza, ella se estremeció entre los brazos de Rubén y acabo mordiéndole la mano.
- ¡ARG! Puta gata. –la dejó en el suelo y sonreí. – Ven Mangel está en su habitación. –colocó su mano sobre mi hombro y me llevo hasta la puerta de Mangel, luego se fue a su habitación.

Con los nudillos de las manos llame a la puerta.  De pronto se abrió y apareció ese chico moreno que tanto me encanta, el que hace que tenga siempre una sonrisa en la cara. El chico de la sudadera de Boston.

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