Me sentía mal, muy mal. Por una vez en mi vida deseaba no
estar viva. Cuando pierdes a alguien lo único que se te viene a la cabeza es
ese alguien. Me decidí por llamar a esa
persona, con la que hacía siglos que no me hablaba, pero que ahora necesitaba
cerca. Ya que mis “amigos de verdad” me habían fallado y mi mejor amiga se encontraba lejos.
- ¿Digah? –sonó su voz ronca.
- ¿Mangel?
- ¿_____?
- Si, soy yo. –sonreí al móvil.
- ¿Cómo estáh? –el ya lo sabía.
- ¿Puedo verte? Sé que hace mucho que no hablamos ni nos
vemos, pero te necesito.
- Por supuestoh. ¿Te vieneh a comer?
- Venga. –colgué el móvil. Me
puse una camiseta de manga corta, aun que estuviéramos en otoño hacía algo de
calor.
Salí fuera, parecía que iba a llover, pero seguía haciendo
calor. Nunca me arrepentiré de haberme puesto la camiseta solo. Empecé a andar
hacía casa de Mangel. Llegué deltante de su portal y llamé al piso donde era.
- ¿Quién es? –dijo otra voz.
- Rubén. –sonreí. -¿Te suena mi voz?
- Claro que si muyaya, te abro. –entré por la puerta y subí
por el ascensor, no tenía ganas de nada. Me miré en el espejo, no me había
maquillado ya que sabía que iba a llorar bastante.
Salí por la puerta del ascensor y en la puerta del piso
estaba Rubén, o Rubius, como lo llaman todos. Ese chico de pelo castaño, de alta estatura,
de ojos verdes y sonrisa torcida que tanto me gusta. Llevaba la gorra de
Creeper, como muchas veces, pero esta vez no llevaba la chaqueta a cuadros de
siempre, si no otra sudadera gris DC. Se adelantó a mí con una amplia sonrisa y
me abrazó fuerte, perfecto. Es lo que necesitaba.
- Mangel me ha dicho que venías. –me sonrió. –Te echaba de
menos.
- Y yo a ti. –me cedió el paso a su casa. Seguía casi igual
que siempre. Sí, siempre miro todos sus vídeos y me encantan, aun que para mí
son amigos, no los idolatro ni nada.
Entre y me fije en Raspberry, sí que ha crecido, está
enorme. Rubius la cogió en brazos y me la acercó a la cara. Le toqué la cabeza,
ella se estremeció entre los brazos de Rubén y acabo mordiéndole la mano.
- ¡ARG! Puta gata. –la dejó en el suelo y sonreí. – Ven
Mangel está en su habitación. –colocó su mano sobre mi hombro y me llevo hasta
la puerta de Mangel, luego se fue a su habitación.
Con los nudillos de las manos llame a la puerta. De pronto se abrió y apareció ese chico
moreno que tanto me encanta, el que hace que tenga siempre una sonrisa en la
cara. El chico de la sudadera de Boston.
Hola! ¿podría subir tú novela (obviamente dándote créditos) a una pagina? c:
ResponderEliminarPodría adaptar tu novela?
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