jueves, 31 de octubre de 2013

Capítulo 20

- ¿Cómo que nos vamos a Barcelona?
- A Barcelona hija, a Barcelona.
- Oh ¿Pero cómo? ¿A ver a los tíos o algo así? Me estoy perdiendo. –dije confusa esperando lo peor.
- No cariño, nos vamos una temporada.
- ¿Qué quieres decir con una temporada?
- Pues, ya sabes hija. Un tiempo, depende de lo que pase.
- Pero todavía no entiendo el motivo mamá.
- Tus tíos se vuelven a Londres y a mí me ha salido otro trabajo.
- ¿En Barcelona te ha salido?
- Sí hija sí, que no puedo estar viajando cada dos por tres.
Debería haber mencionado antes que tenía unos tíos en Barcelona y que yo nací allí, bueno ahora ya lo sabéis, nos mudamos a Madrid cuando yo era más pequeña.
- Pero… ¿Yo también tengo que ir? –pregunté.
- Hombre cariño… preferiría y me gustaría más que vinieras. Aun que no tienes ninguna obligación. – Perfecto, ya empezamos, mi madre nunca me obliga a hacer nada, sino que hace que tenga compasión por ella y que acabe diciendo que si a todo. Pero en este caso no, lo siento. Está Laura, Tamara, Cheeto, Rubén y… Mangel.
- Bueno… -dije cabizbaja, ahora me tocaba a mi hacer pena, esas son las luchas que llevamos mi madre y yo.
- Al menos ven a ver a despedirte de tus tíos ¿sí? Solo un tiempo.
- Solo un tiempo. –le sonreí y me devolvió la sonrisa. - ¿Tú te vas a ir a vivir allí?
- Posiblemente cariño, ahora que estoy sola en esto necesito centrarme más en el trabajo para que me paguen bien.
- Sabes que no estás sola Mamá, yo te puedo ayudar.
- No hija no, tu primero con tu vida que ya bastante tienes con mantenerte a ti. Que bastante comes tú sola ya.- bromeó dándome en la tripa. Reímos.
- Bien, pues me voy una semanita para ayudarte con la instalación y tal.
- Solo una semanita. –sonrió ella.
- Te voy a echar de menos. –le di un abrazo.
- Pero si te voy a ir a ver  cada cuando pueda hombre. Tengo que controlar a mi niña, encima estaré todo el día viajando así que podría pasarme algunas paradas y venir aquí.
- Claro mamá. –reí. - ¿Y Tania?
- Ella se viene conmigo. –sonrió
- Oh perfecto entonces. Venga, que todo va a salir bien. –nos abrazamos.
- Eso espero cariño.
Luego estuvimos hablando un rato más, tanto que se nos pasó la hora. No me hacía mucha gracia tener que marchar ahora a Barcelona, pero una semanita es una semanita.
Me despedí de mi madre y salí por la puerta, abrí el paraguas y me apresuré a llamar a Mangel. Cogí el móvil y tenía un Wazzá: (abriiir en otra pestaña :'D)


- Que maharas que sois.- le respondí. –Estoy en la parada del bus.
Me dirigí a la parada y estaban los dos sentados en el mismo banco que Cheeto hacia unas horas.
- Hombre. –me acerqué a ellos que llevaban una capucha que les tapaba la mitad de la cara. -¿Qué hacéis Asesinos? –me senté entre los dos con el paraguas para que no se mojaran más de lo que estaban.
- Mu buenah cebra. –sonrió Mangel levantando la cabeza para poder verme por debajo de la capucha.
- ¿Qué hacemos? –dije yo.
- ¿Queréis venih un rato a mi casa? –propuso Cheeto.
- Mucho mehó que estar aquí… -dijo Mangel.
Nos levantamos y empezamos a caminar, ellos se juntaron a mí para no mojarse. Cheeto se salió al instante y empezó a chapotear sobre un charco.
- ¿Qué haceh Antonio? –rió Mangel.
- ¡Ay Mahe que vivo al límite porque soy un mahara! –Mangel rió y fue hacia Cheeto, se puso a saltar sobre el charco. – ¡Vente muhé! –gritó Cheeto.
- No, que la ropa que llevo no es mía. –reí.
- ¡Eh iguah!- Cheeto me cogió del brazo y me llevó hacía el charco. Me subí sobre su espalda para no ensuciarme, Cheeto empezó a saltar sobre el charco hasta que quedo casi vacío de agua. No llegué a ensuciarme por suerte, pero casi muero intentando no caerme de encima de Cheeto.
- ¡Quisha que maogah! –gritó Cheeto mientras reía. La verdad es que lo tenía bien agarrado del cuello, me bajé de su espalda y Mangel tuvo que agarrarme porque casi me caigo del mareo que llevaba encima.
- Que te vah a caeh. –dijo sujetándome por los hombros.
- ¡Míralos que bonicos! –dijo Cheeto poniéndose las manos en las mejillas.
- Uy  ¡míralo que bonico! –lo imité acercándome a él y tirándole de la barba.
- Que me dejeh quieta la barba.-rió apartándose de mí.

Dejó de llover un rato y fuimos a paso rápido a casa de Cheeto, ellos dos llevaban los pantalones más sucios y mojados que había visto en toda mi vida. Cheeto fue a su habitación y unos segundos después  se escucho una música y Cheeto salió de su habitación con una camisa rosa, sin pantalones y con unos calcetines de rayas subidos hasta debajo de las rodillas y se puso a bailar, igualito que en uno de sus vídeos.



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